Las 5 entradas más populares de la semana

jueves, 29 de mayo de 2014

Crítica de "Signum", de Sean McKeown y Gerardo Gardelín

Categoría: MUSIC HALL

Crítica de Signum

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Nacional).

Calificación: /10
  

¿De qué se trata?: Un music hall donde se propone un viaje a través de cuadros en los que se despliegan múltiples disciplinas circenses. 

El punto fuerte de la obra: el cuadro de “El Potro Ballet”, de Javier e Isaac Gardella.

La ovación del público en la función a la que asistí prueba que este es tal vez el único momento donde el show pasa de asombrar a conmover. Un malambo bailado con un talento sobrehumano y acompañado con boleadoras. Imagínense el esfuerzo de sincronización que representa una rutina de estas características si es difícil coordinar el ritmo de dos de los antiguos tiki-taka. Son varios los bailarines en escena repitiendo los mismos pasos con ritmo y pasión, y que el número sale perfecto.

Vale decir que si hay algo que sobra en Signum es destreza, y eso le permite jugar con la capacidad de sorpresa que manejan las compañías internacionales de circo contemporáneo. Hoy en día, el foco del circo está puesto en las acrobacias y la preparación física de los artistas. No tengo idea de cómo reunieron al elenco de Signum, pero la selección fue un hallazgo. Como ejemplo se puede citar a un malabarista atípico (Jonatan “Espejo” Reynoso), que nos hace redescubrir esta disciplina y hace quedar a un sinnúmero de payasos que animan cumpleaños infantiles como un grupo de estafadores. Fuera de broma, sus malabares toman un vuelo artístico inconmensurable cuando maneja las clavijas de tal forma que sus manos parecen imantadas.

No vale la pena adelantar cada uno de los números en detalle, pero quiero destacar originalidad del cuadro “Trompo Wall” y la inclusión de la disciplina roue cyr, que no se ha visto muchas veces en nuestro país. Hay acrobacia aérea para todos los gustos (en telas, aros, cintas y cuerdas) y contorsiones, que tanto nos fascinan porque nos permiten descubrir hasta dónde puede flexionarse el cuerpo.

En cuanto a Hernán Piquín, es interesante verlo en un lugar distinto del que venía ocupando en sus últimos espectáculos, donde era la figura principal. Si bien esto puede defraudar a sus seguidores, habla bien  de él que le deje lugar al resto del elenco. Aquí, entonces, Piquín es uno más (con apariciones esporádicas) y baila sin partenaire. Ni siquiera habla, pero es sólido en sus intervenciones. Tiene una presencia especial dada por el manejo de su cuerpo con liviandad, gracia y técnica (sobre todo para giros y saltos, en este caso). En Signum, alterna con la danza clásica un poco de acrobacia aérea.

Gerardo Gardelín se encargó de la música original y de la letra de las canciones. En un estilo pomposo alejado de lo que venía trabajando en los últimos años, Gardelín logró que la música unificara el estilo del espectáculo mucho más de lo que lo hace la historia. La partitura recurre a subrayados para intensificar lo que sucede en escena, y hace un muy buen uso de la percusión. Hay momentos instrumentales y canciones. Las letras de estas últimas son convencionales (lidian con el tema de la liberación de los sueños y los sentidos), aunque no se pueden captar en su totalidad porque están siempre en un segundo plano. Esto se debe a que a Gardelín le atrajo el concepto de ‘lenguaje universal’ reflejado a través de distintos idiomas, dialectos y fonaciones varias. Por lo tanto, interesa más la idea de variedad que lo que están realmente diciendo los personajes. Una particularidad es que el inicio de la obra recuerda un poco a la famosísima puesta del musical El rey león que montó Julie Taymor, tanto por la música africana como por los movimientos de los bailarines entre la platea.
Las canciones líricas vibran en las cuerdas vocales de Alexia Martinovich, Cristian Zabala y Patricio Witis, y cada uno tiene al menos un gran solo (resalto el de Witis porque, si bien lo había escuchado cantar antes, nunca había sido en esta faceta).
El hilo conductor que se usa como excusa para el viaje que propone Signum empieza bien, generando sorpresa entre los espectadores por estar bien planeada. Sin embargo, se va desinflando hasta llegar a una conclusión absurda. Esto nos asegura que el atractivo del show va por otro lado y que la anécdota sirve más como un puntapié inicial que como un elemento para dar coherencia a la sucesión de cuadros.
Por lo demás, la dirección experimentada de Sean McKeown (un australiano que estuvo trabajando como director artístico del “Cirque du Soleil”) estipula que nada esté fuera de lugar y la calidad artística sea alta. Por supuesto, se apoyó en la coreografía de Andrea Candela, quien tuvo el desafío de salir del esquema puramente clásico.

Signum está repleto de estímulos visuales. Sobresale el elaborado vestuario de Marcelo Péndola. La escenografía de Lili Diez y Carlos Junco es bastante simple, salvo durante el último número. Signum no necesita mucha parafernalia escenográfica para impactar, sino que se vale del talento de sus 45 artistas. Eso sí, se hace un uso constante de elementos multimediales: proyecciones que enmarcan el escenario y pantallas que crean escenarios atemporales (relacionados, por ejemplo, con el cosmos). La iluminación de Gustavo Perezlindo explora con dos tonos intercalados (con los focos ubicados en la parte de atrás del escenario), balanceados con la luz que dirige desde el exterior.


Más información:
Teatro: El Nacional (Av. Corrientes 960).
Dirección: Sean McKeown.
Dirección musical: Gerardo Gardelín.
Entrenador de trampolín: Alejandro “Toro” Cuenca.
Músicos: Gerardo Gardelín (piano), Jorge Caldelari (violín), Urkell (guitarras), Gonzalo Fuertes (bajo eléctrico), Fernando Valles (batería) y Ezequiel Finger (percusión).
Fotografías: Estudio Machado-Cicala.
Prensa y comunicación: Alejandro Veroutis. Asistente: Alejandro Andolfi.

Duración: 1 hora y 35 minutos.
Funciones: miércoles a domingo a las 21 hs.
Entradas: desde $230 a $300.


https://www.facebook.com/SignumOk

No hay comentarios:

Publicar un comentario