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miércoles, 19 de marzo de 2014

Crítica del festival "Ciudanza" - 2014

Categoría: EVENTO ESPECIAL

Crítica del festival Ciudanza 2014

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Plaza Estado del Vaticano y Plaza Mitre).


¿De qué se trata?: Un festival gratuito organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde 12 propuestas de danza de distintos coreógrafos se montan en espacios públicos.

Hasta ahora me había negado a escribir sobre espectáculos estrictamente de danza, por no estar demasiado relacionados con el tema del blog. Por eso, sí comenté sobre coreografías en musicales y su función (o no) dentro de la historia, y cómo transmiten los sentimientos de los personajes, así como el baile en el marco de un music hall o un concierto. Si bien me sigue pareciendo que hay que respetar a la danza como un mundo separado y con reglas propias (y críticos particulares), al ser Ciudanza un festival popular, consideré que podía dar mi visión al respecto. Así, decidí explorar muy brevemente cómo el baile sirvió como vehículo de expresión en cada propuesta. Puse calificaciones a cada una de las piezas que vi (cabe aclarar que no presencié todas), y el promedio final sería 6.4 (aprox.). Traté de que los puntajes estuvieran bien diferenciados, para mostrar claramente cuáles fueron mis preferencias. De todas formas, valoré todo el festival (ninguna de las coreografías estuvo de más). Ojalá siga funcionando como canal para la danza independiente, y que el público lo siga respaldando. Por suerte, ya está programada una nueva entrega para el año que viene.


Piezas representadas en la Plaza Estado del Vaticano:

Paraíso, de Edgardo Trabalón: 6

Edgardo Trabalón (primer bailarín del Teatro Colón y coreógrafo de Paraíso) y Daina Ruiz (también del ballet estable del Colón) dieron el necesario toque clásico a un festival donde predomina lo contemporáneo. Digo que era necesario en función de diversificar y representar otro tipo de danza, pero no por el preconcepto errado de “si es clásico, es bueno”. Si bien los espectadores pudimos disfrutar de la línea de los intérpretes y su pulcro estilo, la propuesta me resultó demasiado breve. Se podría haber utilizado más la escalinata del Teatro Colón, el pasaje de música era repetitivo y la elección del vestuario fue bastante extraña.


Alud, de Florencia Vecino y Manuel Attwell: 4

Esta experimentación también fue demasiado corta, y ese es su mayor problema (el video podría haber sido acortado y el baile, extendido). Por lo demás, de una forma simple pero concreta nos transmitió los sentimientos de alteración radical de todo lo que parecía ordenado y la posterior claustrofobia, al no poder reaccionar contra esto. La idea de empezar la performance con un ritmo lento e ir acelerándolo fue una tendencia seguida por muchas de las coreografías de este festival, y eso les quitó cierto factor sorpresa.

Una constante, de Juan Jesús Guiraldi: 9

La coreografía más destacada que vi en Ciudanza 2014. Este grupo fue el que mejor cumplió con la consigna de intervenir el espacio público. La plaza se vio completamente invadida por el vértigo de los bailarines, que la recorrían con fluidez, como animales liberados en su hábitat natural. Demostraron destreza y plasticidad para llevar adelante movimientos complejos, con fuertes ecos de la disciplina parkour, revitalizando cada espacio con contorsiones o deslizamientos. En cuanto a la simbología, por lo que mostraba en paralelo el video, la pieza puede habernos querido hablar del caos diario de la ciudad de Buenos Aires (a partir del desenfreno de los artistas), así como de su capacidad para sorprender a sus habitantes… tanto en el buen sentido como en el malo. Además, parecía querer transmitir el concepto de que cada uno posee libertad para cambiar la realidad de todos los días, a partir de la irrupción de conductas asombrosas en lugares que consideramos comunes y corrientes. O tal vez haya que poner el foco en el hecho de que, en la filmación, nadie de los que estaban alrededor de los bailarines los observaba, como si fueran seres incomprendidos, o como si el resto estuviera demasiado ocupado con otra cosa.

Río conmigo, de Diego Franco: 7.5

Esta compañía también planteó un recorrido interesante por la plaza, demandando la atención de los espectadores con una propuesta conceptualmente ecléctica (al menos, a primera vista). De todas las que vi, esta coreografía fue la que hizo mejor uso del humor. Sobre todo, a partir de la divertida fonomímica de la canción “El amor no se puede olvidar”, del dúo Pimpinela (a todo esto, había unos turistas a mi lado que quedaron desconcertados). Destaco también la coordinación del grupo para las escenas en conjunto, donde cada uno estaba mirando hacia adelante.


Piezas representadas en la Plaza Mitre:

Los cuerpos, de Ramiro Cortez y Federico Fontán: 7

Una coreografía intensa y demandante, cuyo punto fuerte fue su originalidad. Ramiro Cortez y Federico Fontán bailaron en forma expresiva, y jugaron con las pausas para contar esta historia. ¿Se trata sobre la importancia de asumir la esencia o ilustra una transformación? Este proyecto que obtuvo el visto bueno de la Bienal de Arte Joven en Buenos Aires demuestra que la danza no necesita un gran número de intérpretes para cautivar al público. El final estuvo muy bien resuelto.

Vestidos de gracia, de Leticia Mazur: 7.5

Esta es la primera vez que un coreógrafo invitado por Ciudanza monta una coreografía para la compañía de danza del IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte). El manejo de los tiempos marcó la primera instancia de Vestido de gracia, en la que los bailarines adoptaban distintas poses en la colina, manteniéndolas por algunos segundos, para luego cambiar a otras. Con un vestuario que hacía referencia a los Jardines delVestidos de gracia no siguió esa línea, sino que los bailarines se mostraron más unidos que nunca, cantando una melodía primitiva y melancólica, y probando distintas frutas, que se iban pasando mientras estaban montados unos sobre otros. ¿Querría mostrar esta última parte la sexualidad en los tiempos modernos? Los bailarines se sacaron las hojas de parra de su ropa interior y las ubicaron en sus rostros. Esto me recordó la comparación que hizo el filósofo Joseph Pieper, que sostuvo que, hoy en día, “la hoja de parra se ha cambiado de sitio: lo que ahora cubre es el rostro”.
Edén, ¿nos estarían acaso tratando de mostrar la calma reinante antes de la aparición del pecado en el mundo? El título propone una interesante paradoja: pese a la aparente desnudez, los personajes estaban vestidos de gracia. Lo que siguió a ese primer momento fue muy atractivo visualmente, con los artistas perdiendo el conocimiento y rodando cuesta abajo (y volviendo a subir, saltando sobre quienes seguían girando) y con el genial montaje de la bajada de uno de ellos propulsado por una cadena humana. Según el relato bíblico, fue con el pecado original que los hombres se dieron cuenta de su desnudez, y esto les dio vergüenza.

Taller de Luis Biasotto: 3.5

Biasotto trabajó a partir del absurdo. Más allá de la puesta, esto apareció muy marcado en el texto y el vestuario (desfilaron el Hombre Araña, Eva, una gallina, un luchador de catch, un fantasma, entre otros). Si bien la primera parte parecía entretenida, coreográficamente se volvió repetitiva. Además, me pareció inadecuada la provocación en base a la figura de la Virgen María (a quien se la veía besando a Nerón). En vez de lograr el efecto esperado, ésta resultó extremadamente básica. Sobre el segundo tramo, la propuesta repuntó, y los intérpretes pudieron lucirse más en el momento de los bailes poco ortodoxos en pareja. La guerra de almohadas y el abrazo a uno mismo también fueron decisiones simpáticas.