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martes, 22 de abril de 2014

Crítica de "Desde mis ojos, una zambita cruel", de Juan Álvarez Prado, Franco Moretti y Hernán López Sosa

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de Desde mis ojos, una zambita cruel

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro Gargantúa).

Calificación: 7.5 /10

Una imagen que armé inspirada en la obra

¿De qué se trata?: Situada en Buenos Aires, en los años 50. Un rígido dueño de estancia y su hija adolescente, marcados por la tragedia, reciben a Lucas, el primo de la joven, que ha llegado de la ciudad para trabajar en el campo. Con el transcurso de los días, surgirá un amor prohibido, del que será testigo un caballo que los primos intentan domar. De hecho, veremos esta historia desde sus ojos.

El punto fuerte de la obra: la dirección de Juan Álvarez Prado.
El creador y director de Embarazados, ecografía de una espera (uno de los mejores musicales off que recuerdo haber visto en los últimos años) regresa con un material muy distinto, pero reafirma su efectividad para contar una historia. Sin dudas, un rasgo positivo de Desde mis ojos es que logra crear una atmósfera, y esto sólo puede suceder cuando se cuidan todos los detalles. Así, la pieza envuelve al espectador en un ambiente áspero, severo y salvaje. No necesitamos ver demasiado del campo para sentir que estamos en él. Tampoco requerimos que haya animales en escena.
En manos de algún creador desprevenido, es muy probable que el efecto no hubiera sido tan subyugante, porque varios han explorado ese espacio con bastante artificialidad. Pero Álvarez Prado parece conocer la esencia del ámbito rural lo suficientemente bien como para recrearlo en pocos metros cuadrados, en pleno Colegiales. A esto se suma el hecho de que no sólo quiere que viajemos en el espacio, sino también en el tiempo. Entonces, es ahí cuando el marco adquiere una rigidez mayor, propia de los códigos sociales de los años 50… aunque muchos de los prejuicios siguen siendo los mismos. Me detuve en todo esto para mostrar lo bueno que es tomarse un tiempo para crear una base sólida y decidir qué es lo que una obra pretende ser para lograr mejores resultados.

Retomando lo importante de la sugestión para transportar al público, nos topamos con la memorable interpretación de Patricio Witis, en la piel de un caballo. Algunos musicales de Broadway ya han usado actores para hacer de animales. Es el caso de Cats, El Rey León y El Mago de Oz. No obstante, estos siempre estaban inmersos en un mundo inverosímil, en el que podían hablar. Desde mis ojos plantea otro desafío: que un actor interprete a un caballo dentro de un entorno realista y que, para colmo, el caballo pueda oficiar de narrador y hasta cantar. Lo que podría haber sido ridículo o bizarro y hacer virar el registro de la obra hacia el absurdo está trabajado de tal forma que este detalle es sumamente poético. Además, está perfectamente integrado al espacio, dado que uno le cree a Witis que es un caballo y que vive en un corral. Tampoco esperen ver una versión argentina de Mr. Ed, porque este animal no se comunica verbalmente con los humanos, sino que atestigua lo que sucede y reflexiona con seriedad.
Como se verá, es un personaje complejo, y Witis cumple en exceso (apuntalado por Álvarez Prado). Con el torso desnudo, prescinde de cualquier referencia a un equino desde el vestuario, sino que compone desde lo físico. Captura movimientos reconocibles en los caballos y los reproduce con una combinación de habilidad y sensibilidad. Atraviesa, así, distintos estados del animal, como su brusquedad, su sufrimiento, su vínculo con las personas y su fuerza. Siempre mira hacia el frente, y permanece prácticamente toda la obra en escena.

Asimismo, el caballo es sólo uno de los elementos campestres que le sirven a Álvarez Prado (también autor del libro) para construir metáforas que enriquecen la narración. Tal es así que, en la última escena, termina conectando toda la historia con la idea de lo rural, pero no voy a adelantar más. Además, desarrolla la clásica tensión entre campo y ciudad, el romance juvenil, los conflictos familiares, la viudez y, como se dijo anteriormente, las convenciones de los años 50.
Otro tema que trata es el de la música (en este caso, folklórica) y su capacidad para transformar la realidad. Es por esto que las canciones no desentonan, al margen de que no son tantas. Por otra parte, un acompañamiento instrumental en guitarra (tocada en vivo por el compositor, Franco Moretti) marca el ritmo de varios momentos de acción dramática, y está más presente.
Acerca de las canciones, el género folklórico le sienta bien al relato. Me gustaría destacar dos piezas por su belleza compositiva: el solo de Lucas (donde el tempo rápido parece sugerir el veloz desplazamiento de los distintos paisajes a través de la ventana del tren) y el dúo entre los primos (acorde al romance blando que viven). Si bien se escucha folklore (a veces, con reminiscencias de la rama más moderna), hay también una zamba, que le da al espectáculo su subtítulo.
Hernán López Sosa es el letrista de las canciones, y sigue la línea de Álvarez Prado al incluir metáforas y reflexiones. Se nota que las canciones no están porque sí, sino para que los personajes puedan hablar a través de ellas (véase la relación especial que tienen el caballo y el tío de Lucas con la música y cómo van reaccionando ante ella).

Julián Rubino (Lucas), que había sido el cover masculino en Embarazados, maneja correctamente el equilibrio entre la inocencia de su personaje y su costado más impulsivo, y canta y toca la guitarra con seguridad y expresividad. Celeste Sanazi (Soledad) se va ablandando progresivamente como exige el guión, y tiene buena química con Rubino y una voz dulce. Mariano Muente (padre de Soledad) aporta la tensión en la historia. Se nota que se trabajó la unión del grupo en los ensayos, algo que suele suceder en proyectos off con pocos actores. Otro aspecto para señalar es la buena proyección vocal de todos, puesto que no usan micrófono pero se los escucha perfectamente.

La iluminación marca el día y la noche, pero siempre con tonos que nos alejan de la ciudad. La mencionada escenografía (de Alocarte), pese a ser sintética, logra generar tres espacios en un escenario reducido, a partir de la elección de componentes clave. El vestuario es sencillo.

Por último, las coreografías de Florencia López Mañan tienen una particularidad: no apuntan al baile folklórico, sino que permiten resolver ciertos desplazamientos que son difíciles de mostrar (por ejemplo, el juego de Lucas y Soledad con el caballo o la cabalgata).

En resumen: Una obra fantásticamente dirigida por Juan Álvarez Prado, que envuelve al espectador en la áspera atmósfera de un campo en los años 50. Un trabajo memorable de Patricio Witis, un texto con ecos poéticos, bellas canciones folkóricas y muy buenas interpretaciones garantizan que Desde mis ojos ya se posicione como uno de los espectáculos off más destacados del 2014. Una zambita cruel para vernos reflejados en nuestro lado más animal. Recomendada incluso para los no amantes del género musical.

¿Qué se puede aprender viendo esta obra?: Cómo sugerir un espacio y una atmósfera, a partir de pocos recursos, teniendo un planteo claro.


Más información:
Dirección: Juan Álvarez Prado.
Teatro: Gargantúa (Jorge Newbey 3563, Colegiales) – 4555-5596 info@teatrogargantua.com.ar
Funciones: lunes a las 21 hs.
Duración: 1 hora y 10 minutos.
Precio de las entradas: $70.
Fotografía: Bruno Moretti.
Diseño gráfico: Juan Ignacio Bruzzo.
Producción ejecutiva: Fiorella Costadoni.
Prensa: Daniel Falcone.
http://www.facebook.com/pages/Da-Capo-Producciones/462455630522166


Dato de color: si les gusta lo laberíntico, no se pierdan la oportunidad de subir al baño antes de entrar a la sala (es decir, al del bar).

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