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viernes, 5 de junio de 2015

Crítica de "Siempre quise ser Bette Davis", de Fernando Albinarrate

Categoría: UNIPERSONAL MUSICAL

Crítica de Siempre quise ser Bette Davis

Buenos Aires, Argentina
Temporada 2015 (Molière Teatro)

Nivel: 6.5 /8 


¿De qué se trata?: “Unipersonal que cuenta la historia de Flora Consuelo Gutiérrez, quien desde niña y por una profunda admiración y forzada empatía con Bette Davis, intenta una y otra vez una carrera como actriz”. - Comedia


“Nunca acepté órdenes de nadie. Mientras viva, nunca aceptaré órdenes de nadie. Soy joven y fuerte y nada puede afectarme”, dice Judith, el personaje de Bette Davis en la película Amarga Victoria (1939). En ese film, Davis tiene un tumor y pierde la visión, y esto resulta más trágico cuando es contado a través de sus enormes ojos. Muchos hemos visto alguna vez a la eterna sufriente de los dramas románticos de Hollywood de los años 30 y 40, pese a no haber sido contemporáneos a sus años de estrellato. Bette Davis es un ícono, como lo son su carácter y su cigarrillo. Y resulta que, como todo ícono, suscitó (y suscita) admiración en sus fans. Siempre quise ser Bette Davis parte de la historia de una de sus admiradoras, pero es mucho más que eso.  

Entre otras cosas, la obra nos hace reflexionar sobre qué es lo que mueve a una persona a adoptar un ídolo (algo de esto también se asomaba en el reciente montaje de La Novia de Gardel, que dirigió Valeria Ambrosio). La respuesta parece ser que un fan proyecta en su ídolo sus sueños, ideales y deseos más profundos (¿y también sus temores?). Si mi ídolo puede hacer tal cosa, me anima a confiar en mí mismo y me inspira a hacerlo yo también; me muestra las cosas que podría hacer. En esta dirección se orienta el sobrenombre que el padre de Flora adopta para su hija: Bettita; una pequeña Bette Davis, una discípula en proceso de transformación, una sombra. Después de los primeros minutos de la obra, me pregunté qué rumbo iba a tomar el libro el libro de Fernando Albinarrate. Es difícil salir del esquema de una Flora soñadora al extremo, pero con una realidad que la limita y la hace ser siempre de la misma manera. Sin embargo, Albinarrate encontró en el viaje un recurso para posibilitar la evolución de este personaje, además de ir ampliando el espectro de temas. Sin ánimo de adelantar nada, a medida que la obra avanza, va alejándose de la simple anécdota relacionada con Bette Davis y la usa como un disparador para introducirse en una reflexión sobre el éxito, la vocación, las relaciones humanas y el paso del tiempo.

Todo esto lo hace con una mezcla de sensibilidad (que aflora, por ejemplo, en las letras de las canciones) y, sobre todo, humor. Ya sea que el humor surja de lo paródico o de las situaciones, hay algo atractivo en el registro de comedia blanca que asume Yo siempre quise ser Bette Davis, que se corresponde con la pureza de su protagonista. En este aspecto se nota el triunfo de la dirección de Héctor Presa, quien supo conducir con habilidad a Dalma Milebo en su regreso al teatro.

Milebo sencillamente cautiva, en un texto nada fácil, porque le exige poner en juego una sucesión de matices, y siempre es ella misma la que tiene que generar los puntos de quiebre, al tratarse de un unipersonal. Es por esto que es destacable su valentía al asumir una obra que requiere tener en mente una visión totalizadora de la historia, para que el pasaje de una situación a otra no resulte forzado. Así, para el personaje desfilan distintos países, diferentes oportunidades laborales relacionadas con el mundo del espectáculo y diversas etapas de madurez, pero hay algo de la esencia de Flora/Bettita que siempre permanece, un optimismo inquebrantable. Milebo resulta ser una gran narradora de historias y anécdotas, y tiene que ir alternando entre el presente y el pasado como el eje para lo que cuenta. Tal vez esto aporte al dejo de nostalgia que por momentos tiñe la obra. Por supuesto, esto también tiene que ver con el trasfondo que incluye a Bette Davis. Ciertos pasajes cercanos a lo tragicómico muestran en la vida de Flora reflejos inesperados de los personajes que interpretaba el astro de Hollywood.

En el canto, Milebo da muestras de disfrute, y la partitura de Albinarrate la hace recorrer varios estilos: de un melancólico ritmo español a un tango, del vodevil clásico a un vals. [La verdadera Bette Davis grabó algunas canciones; a mi juicio, el canto no era su fuerte.] La talentosa Ana Padilla, aquí en calidad de coreógrafa, supo montar algunos movimientos sencillos para que Milebo pueda compenetrarse todavía más con el lenguaje musical. Es muy enriquecedor cuando los desplazamientos dialogan con lo que se proyecta en las pantallas ubicadas en el escenario.

Es que Siempre quise ser Bette Davis es estéticamente deliciosa. Más allá del logrado vestuario de Calandra-Hock, el diseño multimedia de Guido Tondo y Mariano Pauplys le da un soporte a lo que Flora va narrando. Además, funciona como ambientación y complemento para el humor (bordeando varias veces lo bizarro). Pero la mejor idea recae en las participaciones previamente filmadas por quince actores y periodistas, que con generosidad accedieron a caracterizar a personajes secundarios que están oportunamente insertados en la trama y son útiles para las transiciones. El público celebra sus apariciones. No vale la pena nombrarlos a todos, para no arruinar el factor sorpresa, pero son de la partida figuras del musical (como Karina K y Omar Calicchio) y, por nombrar un actor y un periodista, Hugo Arana y Lalo Mir.

Todos ellos, que están presentes sin estarlo físicamente, acompañan a Dalma Milebo, que también parece encontrar una seguridad importante en el contacto con los espectadores (se la ve muy atenta al feedback). Entonces, nos hace partícipes del sueño de esta mujer ingenua y simpática llamada Flora, y así nos recuerda que una actitud esperanzadora es un buen motor para nuestras vidas. No es malo tener un ideal; soñar con ser ‘algo’ o ‘alguien’ (mientras no nos olvidemos de ser nosotros mismos). ¿O acaso no fue la propia Bette Davis una soñadora? Detrás de aquel carácter fuerte, sus Oscars y del humo de su cigarrillo, habo alguna vez una joven que fantaseaba con ser otra.
  
Más información:
Teatro: Molière (Balcarce 682) – Teléfono: 4343-0777
Funciones: sábados a las 20:30 hs.
Precio de las entradas: $180
Consultar promociones con Club La Nación y 365 de Clarín
Duración: 1 hora y 15 minutos

Dirección musical y arreglos: Fernando Albinarrate
Dirección: Héctor Presa
Actúa: Dalma Milebo
Libro, letras y música original: Fernando Albinarrate
Colaboración dramatúrgica: Gonzalo Castagnino
Coreografía: Ana Padilla
Asesoramiento vocal: Anahí Scharovsky
Producción y asistencia musical: Ezequiel Kosiner Blanco
Diseño de vestuario: Calandra-Hock
Diseño de luces: Héctor Presa
Diseño y animación multimedia: Mariano Pauplys y Guido Tondo
Filmaciones: Emiliano Nicolao
Fotografía: Fuentes2Fernández
Estilista: Fabián Sigona
Diseño gráfico: Karina Hernandez
Asistente de producción: Andrés Vaulet
Asistencia de dirección: Ramiro Bianchi
Prensa: Marcelo Boccia, Ariel Zappone y Naro Della Ceca para MBocciaRP
Redes sociales: Javier Belay
Producción: Gonzalo Castagnino, Juan Iacoponi y Mariano Pauplys


*Fotos del artículo: Fuentes2Fernández y Fotografía Russarabian

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