Las 5 entradas más populares de la semana

Mostrando entradas con la etiqueta Renzo Morelli. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Renzo Morelli. Mostrar todas las entradas

viernes, 3 de octubre de 2014

Crítica de "22:22 Crónicas de un mundo absurdo", de Lautaro Metral

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de 22:22
Crónicas de un mundo absurdo

Buenos Aires, Argentina
Temporada 2014 (El Método Kairós)

Nivel: 6.5 /8
(Faltan 2 obras para completar el grupo de 3)


El punto fuerte de la obra: la dirección de Lautaro Metral.
*Nota: Si estás en la versión para celulares del blog, puede ser que no veas correctamente el texto que está debajo.

sábado, 14 de junio de 2014

Crítica de "Juegos de fábrica", de Nicolás Manasseri, Iván Mazzieri e Ignacio Arigos

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de Juegos de fábrica

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Método Kairós).

Nivel: 6.5 /8
(Faltan 2 obras para completar el grupo)


El punto fuerte de la obra: la dirección actoral y puesta en escena de Nicolás Manasseri.
Manasseri supo usar todo el espacio escénico para montar la obra y es interesante ver cómo dispuso las entradas y salidas de cada personaje. Por ejemplo, cuando Uno (el líder) no está, hay cierto suspenso, porque uno no sabe qué podrá suceder si irrumpe y se encuentra con tal o cual situación. Otros factores apuntalan esa sensación inquietante: se escuchan las voces de los personajes que se van acercando y hay otros que sólo contemplan la escena y cuyo silencio intriga. Todo esto nos habla de que, pese a que la fábrica tenga sus recovecos, nada ni nadie puede escapar de ella.
Pero es a través de las interacciones del comprometido y enérgico elenco que Manasseri logra alcanzar una atmósfera sombría, por momentos, e intensa, por otros.

Veamos algo sobre el libro (también de Manasseri) para poder avanzar sobre ese punto. Si el mes pasado, en la crítica de L-14, te contaba que el panadero de la esquina de tu casa tenía poder y que las madres ejercían poder sobre sus hijos, esta vez nos toca reflexionar sobre el poder dentro del mundo infanto-juvenil. Un tema muy valiente, hay que reconocer. Muchas veces la sociedad idealiza esa etapa de la vida, ignorando lo compleja que es por estar sujeta a un alto grado de vulnerabilidad. Por supuesto, es también un período de grandes cambios. Y, por más que a varios padres les pese, los chicos y preadolescentes no están exentos de perversión. En la obra, todo esto se nos muestra a través de situaciones que no conviene adelantar, pero que ponen a prueba la ductilidad del elenco, que debe ir de un lado a otro, en medio de un juego frenético que roza los límites entre lo lúdico y lo retorcido y cruel.
Pero, ¿de dónde vienen estos impulsos violentos? ¿Cuál es la fuente de oscuridad? Les aseguro que no es la fábrica, sino lo que nunca se ve pero que está sobrevolando cada una de las conductas de los personajes: sus padres. Indudablemente, y hablando ahora de la vida real, lo que sucede en la casa afecta el comportamiento de los chicos y preadolescentes (“Si vos tuvieras otros papás, nos serías vos”, diría uno de los personajes). Tuve la oportunidad de coordinar talleres con niños, de los cuales muchos vivían en realidades complicadas, con enorme necesidad de afecto. El contexto donde se manejaban día a día afectaba su comportamiento, y por momentos había un fuerte clima de violencia. Me acuerdo que incluso, una vez, tuve que negociar con una especie de mafia infantil que le había desinflado la rueda de la bicicleta a un chico.
Pero no quiero desviarme demasiado, así que volvamos al planteo de la obra. Esa gelidez que rodea a los personajes es, evidentemente, fruto de la apropiación de las reglas del sistema de los adultos. Es más, podríamos decir que es una mecanización, unida al concepto de fábrica. Los chicos se vuelven instrumentales y se establecen reglas ridículas (como el pago del alquiler) y jerarquías. Convengamos que en nuestra vida cotidiana siempre hay un niño que toma el control del juego y trata de dirigir a los demás, pero en Juegos de fábrica esto se lleva al extremo del autoritarismo y la discriminación. Por esto, nos recuerda a la novela británica El Señor de las Moscas, de William Golding.

El elenco de la obra transita permanente tensión. Cada cual desprecia el sistema y el despotismo de Uno, pero tiene el sueño secreto de dominar a los demás y, además, se ha vuelto adicto al juego y no sabe qué otra cosa podría hacer aparte de estar en esa fábrica. La imagen de estar sin los padres y con un grupo de semejantes siempre atrae a los chicos por la libertad de acción y de exploración de varias aspectos que implica, y esto se refleja en Juegos de fábrica.
El nivel de los actores es parejo y se nota el trabajo en equipo, pero quiero destacar a Martina Zapico (Segundo) por su interesante composición y a Fernanda Provenzano por su forma de moverse en el escenario y su buena dicción.

Claro, la obra transcurre en el siglo XX, pero ¿qué sucede hoy en día? Muchos chicos abandonaron el juego cara y se meten a diario en el universo virtual. Incluso, pueden estar en la misma habitación, pero cada uno metido en su soporte tecnológico. ¿Y las ansias de liderazgo, competencia, poder y trasgresión de los límites? Se mantienen. Por eso es que escuchamos tantos casos de cyberbullying o sexting, donde el control de los padres está ausente, al igual que en la obra. Aclaremos que muchos de esos padres también quieren adquirir una posición dominante en las redes sociales, y están pendientes de cada “Me gusta”.

La música de Iván Mazzieri (letra y música) e Ignacio Arigos (música) trata de contarnos eso que están pensando o sintiendo los personajes, pero que no pueden expresar en voz alta. Por eso, irrumpe en forma de rock, como si, por lo menos dentro de su mente, quisieran decir fuerte y claro lo que les pasa, sin límites y sin miedos. Esto se condice con la potencia de la banda en vivo y de las voces. La inserción de estos momentos musicales, que emulan a recitales de rock, está subrayada por el frenético cambio de luces (diseñado por Christian Graciano). Los personajes miran a los espectadores, haciéndolos partícipes, y también bailan desatados. La coreografía de Fernanda Provenzano marca algunos movimientos mecánicos (unidos a la fábrica) y los alterna con otros de descontrol. También hay violencia en las coreografías, como si los chicos no pudieran despegarse de esa forma de relacionarse o no pudieran canalizar sus problemas de otra forma. Agarran elementos de la fábrica como si fueran micrófonos de mano (al mejor estilo Despertar de primavera).

La dirección de arte de Lu Rojo y Fernanda Provenzano propone un espacio con elementos amontonados, que permiten recomponer tanto el concepto de fábrica abandonada como el de juego (los chicos le atribuyen a los elementos un uso distinto a partir de la imaginación). El vestuario de Provenzano, poco colorido, acompaña los rostros demacrados de los personajes (a partir del maquillaje).

Me gustaría cerrar con el principio de una canción del musical Into de Woods, con letra y música del gran Stephen Sondheim, que tendrá pronto una adaptación cinematográfica (la experiencia nos muestra que las películas no suelen estar a la altura de los musicales originales, pero veremos qué pasa con esta y con Jersey Boys). La canción es “Children will listen”, e incluyo una traducción debajo, en la que no respeté ni la métrica ni la rima porque quiero ser fiel a lo que dice el contenido:

How do you say to your child in the night?
Nothing's all black, but then nothing's all white
How do you say it will all be all right
When you know that it might not be true?
What do you do?
Careful the things you say
Children will listen
Careful the things you do
Children will see and learn
Children may not obey, but children will listen
Children will look to you for which way to turn
To learn what to be
Careful before you say "Listen to me"

¿Qué le decís a un chico a la noche?
Nada es sólo negro, pero nada es sólo blanco
¿Cómo decir que todo va a estar bien
cuando sabés que puede no ser verdad?
¿Qué podés hacer?
Cuidado con las cosas que decís
Los chicos escuchan
Cuidado con las cosas que hacés
Los chicos van a ver y aprender
Los chicos podrán no obedecer, pero los chicos sí escuchan
Los chicos te mirarán a vos para ver hacia dónde orientarse,
Para aprender cómo deben ser
Cuidado antes de decir “Escuchame”


Más información:
Dirección general: Nicolás Manasseri
Dirección musical: Iván Mazzieri
Elenco: Renzo Morelli (Uno), Fernanda Provenzano (André), Nacho Medina (Fausto), Belén Ucar (Raúl), Martina Zapico (Segundo), Lu Fernández Méndez (Ana) y Maru Villamonte (Juana)
Músicos: Iván Mazzieri (bajo), Ignacio Arigos (guitarra) y Alejandro Roig (batería)
Asistente de escenografía y vestuario: Agustina Bonessi
Asistente general: Santiago Muños
Producción ejecutiva y producción general: Iván Mazzieri y Nicolás Mansseri

Teatro: El Método Kairós (El Salvador 4530, Palermo)
Duración: 1 hora y 25 minutos
Precio de las entradas: $90
Funciones: jueves a las 21 hs.
Fotos: https://www.facebook.com/pages/Juegos-De-Fábrica

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Crítica de "El hijo del fin del mundo... el origen", de Lautaro Metral

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de El hijo del fin del mundo… el origen

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2013 (Teatro El Ópalo).

Calificación: 6.5 /10 


¿De qué se trata?: Una fábula musical que transcurre en un mundo post-apocalíptico y en crisis. Un grupo de pintorescos personajes viaja en una caravana flotante, buscando dónde instalarse. En eso, se les une un nuevo integrante: un actor fugitivo.

El punto fuerte de la obra: la actuación de Renzo Morelli como el “Loco”.
Aunque tiene a cargo un rol secundario, Morelli puede destacarse gracias a que sabe interpretar la extravagancia de su personaje y se apropia de ella durante toda la obra. Su mirada y el movimiento de su mano se vuelven partes indispensables de su composición. Además, es el integrante del elenco que demuestra tener mayor proyección vocal, tanto al cantar como al hablar.

El elenco (Lionel Arostegui, Leandro Bassano, Marta Mediavilla y Renzo Morelli) funciona como un equipo, y todos comparten el mismo entusiasmo por la obra. Bassano es quien lleva adelante la mayor parte de la acción, y lo hace con convicción.

Por otra parte, el texto de Lautaro Metral es delirante. La obra se promociona como una fábula musical, pero yo diría que, además, es un musical surrealista. Ciertamente, el ambiente es onírico y, por lo menos a mí, me pareció que se exploraba el inconsciente (aunque, por supuesto, el contenido de semejante locura está sujeto a múltiples interpretaciones). Como ya he dicho en otro caso, lo de locura lo digo cariñosamente.
Entonces, el espectador debe descifrar qué le está diciendo la obra, porque no todo es explícito. Esto puede desalentar (y hasta horrorizar) a los espectadores más conservadores. Reconozco que a mí me costó un poco acostumbrarme al estilo de la obra durante los primeros minutos. Metral sabe que esto puede pasar y lo blanquea, dado que el personaje de Leandro Bassano actúa como un intérprete para que el público no se confunda (aunque esto seguirá siendo relativo). No obstante, después de ese período inicial, me acostumbré y pude disfrutar del relato y de su originalidad.
Metral quiere hacernos pensar, y busca que seamos cómplices de eso. Por ejemplo, dispara reflexiones a través de paradojas o propone situaciones que, aunque están enmarcadas en un mundo de fábula y post-apocalíptico, resultan ser una crítica o una alusión a una particularidad de nuestro mundo. También, juega con las palabras y hace hablar a sus personajes en verso. Entonces, crea los códigos de su propio universo, y eso es algo interesante, aunque el espectador deberá completar la información que se provee con su imaginación.
En las letras de canciones, mantiene el espíritu alocado. Gracias a la conjunción entre la letra y la música con fines humorísticos, logra una consumar gran escena, donde el personaje de Leandro Bassano se une a la caravana, y debe conseguir un pasaporte, un préstamo y una vocación.
Las melodías están en sintonía con la obra, en vez de buscar el lucimiento vocal a cualquier precio. En ese sentido, Metral comprende cómo crear una obra artística completa, con coherencia entre sus partes.
Es por esto que los intérpretes no tienen muchos momentos para destacarse por su pericia vocal, pero no resulta necesario. Lo importante es contar la historia. No obstante, aunque está fuera del contexto del relato, el solo de Leandro Bassano, “Cuatro paredes”, es uno de los mejores momentos de la obra. La letra reflexiona sobre la magia del teatro y su experiencia lúdica; sobre cómo esas cuatro paredes son en realidad tres.
Por otro lado, la canción “Caravana” resulta sumamente efectiva y pegadiza.
Me gustó que hubiera un tecladista en vivo.
Como la función se realiza sin micrófonos, a veces los intérpretes pierden la posibilidad de que los escuchemos cantar o hablar en un tono más bajo, para darle matices a su interpretación. No es que no lo hagan, pero puede que esos instantes no sean perfectamente audibles. Por suerte, esto no pasa durante toda la obra, y el texto se puede seguir sin problemas, gracias al esfuerzo de los actores (sobre todo, como ya he explicado, por parte de Renzo Morelli). Además, la sala es chica como para requerir micrófonos.
Eso sí, yo estuve de pie al fondo toda la función (el 30/9). Parece que las entradas se habían sobrevendido. Aclaro que todos los presentes pagamos nuestras entradas. Calculo que este error no se habrá repetido. De todas formas, a mí no me molestó, pero entiendo que alguien se pueda quejar. Pude estar al lado de Metral (también de pie) y ver sus reacciones, y se lo notaba muy comprometido con la obra, disfrutándola.

 Lucila Rojo se encargó de la escenografía y el vestuario, que se caracterizan por la extrema simpleza. Esto se debe a que, para esta corta temporada de la obra en El Ópalo, se decidió hacer una versión más intimista, sin gastos que encarezcan innecesariamente la producción, con un solo músico y con escaso maquillaje. Por eso, se agregó la frase “el origen” al título, puesto que se recrea el clima de los ensayos. Es una decisión interesante, que refuerza que la importancia del texto y las canciones por sobre la puesta. Aunque los actores pasan un tiempo considerable sentados, se las arreglan para desplazarse en el pequeño espacio disponible, gracias a la dirección de Lautaro Metral. El recurso de la lamparita de luz estuvo bien planteado.

Hay que decir que, por ahora, no hay más funciones de El hijo del fin del mundo… el origen. Sin embargo, es muy probable que, dada su repercusión, vuelva por una nueva temporada. En la función a la que asistí, hubo gente que quedó fuera de la sala, por lo que Renzo Morelli bromeó, al final, “Les pedimos que no recomienden la obra”.

También debo remarcar que Marta Mediavilla ganó el Premio Hugo a la mejor actriz de un espectáculo off por esta obra. Dato cholulo: su madre, Patricia Sosa, me cargó por haber llevado un sweater, con el calor que hacía, y se rió porque ella había hecho lo mismo.

Quería cerrar haciendo alusión a un excelente cuento de Cortázar llamado “La autopista del sur”. No es parecido a El hijo del fin del mundo, porque Cortázar introduce lo fantástico en un contexto realista, y la trama es distinta. No obstante, hay algo del sentimiento del personaje del actor (que interpreta Bassano) durante el final de la obra que me remitió a cómo se siente el protagonista del cuento en el desenlace. Si tienen tiempo, les recomiendo que lo lean, porque es increíble. Lo pueden encontrar completo acá:

En resumen: Un texto delirante de Lautaro Metral, que transcurre en un universo de fábula, propone una experiencia lúdica e invita a la reflexión. La puesta es despojada, y la acción dramática es llevada adelante por cuatro intérpretes, acompañados por un tecladista para las canciones. Una de las propuestas off más interesantes del año.

Más información:
Dirección: Lautaro Metral.
Teatro: El Ópalo (Junín 380) – elopaloteatro@gmail.com.
Duración: 1 hora.
Precio de las entradas: $60.

Producción: Pim Pum Pam Têatre.