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viernes, 16 de enero de 2015

Crítica de "50 sombras!, el musical", de A. Samuels, E. Dorezas, A. Davis, A. Ward, D. Wessels y J. Shelton

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de “50 sombras!, el musical”

Buenos Aires, Argentina
Temporada 2015 (Teatro Picadilly)

Nivel: 6.5 /8 


¿De qué se trata?: Tres amigas conforman un club de lectura. Una de ellas, Pam, propone la lectura de “Cincuenta sombras de Grey”, el best-seller erótico. Con él, intentarán encontrar su “diosa interior” y reavivar sus fantasías sexuales. A medida que van recorriendo los capítulos (entre masturbaciones varias), surgen de su imaginación las escenas de esta relación sadomasoquista entre la inocente Anastasia Stelle y el joven millonario Christian Grey, en forma de parodia.

El punto fuerte de la obra: Josefina Scaglione.


Misteriosa es la sociedad de masas, y su forma de legitimar hechos artísticos. Extraño es el fenómeno de la trilogía Cincuenta Sombras (2011-2012), que ya vendió más copias que toda la saga de Harry Potter (7 libros) en la versión británica de la página Amazon. Estos libros eróticos gozan de excelentes ventas en todo el mundo, pese a que la crítica literaria opinó casi unánimemente que estaban mal escritos (algo que reconocieron incluso quienes no podían parar de leerlos). La escritora E. L. James comenzó a escribir esta historia en internet, como parte de foros que aglutinaban ficciones episódicas escritas por fans de la saga literaria Crepúsculo (que, sabemos, no es precisamente popular por su calidad literaria). Evidentemente, James tuvo suerte, y supo cubrir un nicho: el de las amas de casa entre 30 y 55 años, y así surgió el “porno para madres”. Resumiendo, y según uno de los personajes de la obra, dio vida a protagonistas que “hacen chanchadas sexuales y no paran de coger”. A su vez, Cincuenta Sombras inspiró tres parodias musicales que pasaron por EEUU. 50 sombras!, el musical es la versión local de una de ellas (de la mejor de las obras referidas, por lo que pude ver en videos). Arranca con una buena idea: mostrar un club de lectura de mujeres que pertenecen target al que apuntan los libros, para así hablar también del impacto social que tuvieron.

Sin embargo, hay que reconocer que el material original no es una de esas grandes comedias que prácticamente fluyen solas porque están increíblemente escritas. Para que 50 sombras!, el musical sea la experiencia divertida que es, hubo un trabajo dedicado del equipo argentino.

miércoles, 23 de julio de 2014

Crítica de "Orlando, despierta!", de Leo Bosio y Jano Piccardo

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de Orlando, despierta!
Basada en la novela Orlando (1928), de Virginia Woolf

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Sala Siranush).

Nivel: /8
(Faltan 2 obras para completar el grupo de 3)


¿De qué se trata?: Una biografía en escena, donde su protagonista, Orlando (Pablo Martínez y Sabrina Macchi), atraviesa varios siglos sin envejecer, pero se somete a una transformación física inexplicable.

El punto fuerte de la obra: la estupenda actuación de Sabrina Macchi como Orlando.
Macchi está todo el tiempo en escena y asume dos roles distintos (el de biógrafa en la primera parte y el de Orlando en la segunda). Incluso cuando no encarna al protagonista, es ella quien lleva adelante gran parte del complejo ritmo de la obra y permite que sus compañeros se articulen a él. La asimilación de este pulso tan especial se percibe en su inteligencia para el manejo de la proyección de su voz hablada. Hay que tener en cuenta que le toca representar a un Orlando que está más psicológicamente enmarañado que el de Pablo Martínez, porque a la luz del extraño acontecimiento se despiertan en él/ella muchas preguntas, reflexiones, contradicciones y dudas. Macchi maneja esta situación con mucha expresividad, a tal punto que logra que le creamos perfectamente el concepto de “la misma persona; distinto sexo”. Además, acentúa la impulsividad de Orlando, demostrando que no hay que sobreactuar para ser pasional.

sábado, 6 de julio de 2013

Crítica de "Vale Todo (Anything Goes), basada en el nuevo libro de Timothy Crouse y John Weidman y con canciones de Cole Porter; en versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino y Marcelo Kotliar

Crítica de Vale Todo (Anything Goes)

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2013 (Teatro El Nacional).
NOTA: Temporada 2014 - MAR DEL PLATA (Auditorium Piazzolla)

Calificación: 7.5/10


¿De qué se trata?: Billy Crocker, en un acto de amor, decide infiltrarse en un crucero hacia Londres, abandonando su trabajo, para seguir a su amada Hope Haracourt, quien va a casarse en altamar con el millonario Lord Evelyn Oakleigh. Debe evitar ser descubierto por su jefe y por los miembros de la tripulación, quienes lo confunden con el Enemigo Público Número Uno. A su vez, viajan también en el barco el gángster Moonface Martin (Enemigo Público Número Trece), disfrazado de sacerdote, y su poco recatada secuaz Erma, y la artista Reno Sweeney, una vieja amiga de Martin y Billy. Ellos tratarán de ayudar a Billy a conquistar a Hope, en medio de numerosos enredos.

El punto fuerte de la obra: el cuadro “Vale Todo” (“Anything Goes”), que cierra el primer acto.
Era riesgoso lanzarse a renovarlo, porque la coreografía original (mejor dicho, la del último revival de Broadway de 2011, en el que se basa la versión argentina) es gloriosa (si no vieron un video, por favor háganlo). Sin embargo, se decidió hacer una coreografía original, a cargo de Rodrigo Cristófaro y Vanesa García Millán, que resulta muy efectiva y también requiere de una gran destreza. Aunque me hubiera gustado que se usara la plataforma de arriba, hay que dejarse llevar por este nuevo diseño, y que se haya decidido crear antes que recrear es un punto a favor. El ensamble la interpreta de una forma muy pulida y muestra su destreza para el tap.
Destaco esta escena porque es uno de los momentos insignia del musical clásico de los años 30, y era difícil estar a la altura de las expectativas de muchos fans del género. Por lo menos para mí, cumplió con creces. La genial canción de Cole Porter sonó brillantemente en la gran orquesta (el grupo de músicos, con Hernán Matorra en el piano, es impecable, y es uno de los puntos más destacados de esta obra). Los arreglos de Mariano Otero (conocedor del jazz) son excelentes, porque no alteran el espíritu de las partituras originales. Debo confesar que sentí cierta emoción cuando escuché la melodía en la obertura, pero lamentablemente quedó opacada porque (como ya comenté en la reseña de Los Locos Addams), hay gente que sigue pensando que es sólo música de fondo y hace comentarios inútiles como “Mirá cuánta gente” o “A una cuadra hay una pizzería” mientras la orquesta está tocando. Un paréntesis: incluso había familiares de actores que, una vez empezada la función, decía “Mirá, allá está fulano, ¿lo ves?”, pero es otro detalle que nada tiene que ver con el espectáculo en sí.
Volviendo al número “Vale Todo”, quería comentar que fue aplaudido por mucho tiempo, incluso después de que había caído el telón.
Una mención también merecen otros cuadros coreográficamente poderosos como “Toca, toca, Gabriel” y “Cuidate de mí”, donde el espectacular ensamble tiene posibilidades de sobra para desplegar su talento y lograr atractivas figuras.
El ensamble también se destaca cantando durante "Enemigo Público Número Uno" y "Vale Todo".



Uno de los mayores atractivos que tiene “Vale Todo” es su ingenuidad. No propone un humor con una sobredosis de chistes hilarantes, sino que, con simplicidad, hace que el espectador entre en un juego alocado, que le saca una sonrisa. Me pareció muy interesante la idea de traer de vuelta el espíritu de los musicales de los 30, como los de las entrañables películas de Fred Astaire y Ginger Rogers (de hecho, para los que estén atentos, hay una referencia a Top Hat). Hace bastante que no había en cartelera una propuesta como esta, que pertenece al grupo de las comedias musicales de enredos, con situaciones disparatadas (y resolución acorde, incluso demasiado apresurada y rebuscada). También, resucitó el citado tap, que tiene una gran potencia. Obviamente, no todos los espectadores aprecian estos elementos, por eso aclaro qué tipo de musical es.
La música de Cole Porter (junto con George Gershwin e Irving Berlin, uno de los grandes indiscutidos del jazz de su generación) es magnífica, y le agrega momentos muy entretenidos a la historia. Con la adaptación de las letras, Marcelo Kotliar acertó de nuevo (destaco “Sos lo más/You’re the Top”, difícil de traducir).
Fernando Masllorens y Federico González del Pino hicieron un buen trabajo con la versión del libro, aunque con momentos más notables que otros.



Florencia Peña me sorprendió gratamente, demostrando un gran crecimiento en el género. La verdad, me había desilusionado cuando la eligieron como Reno Sweeney, porque es un papel que requiere una actriz muy completa. No obstante, Peña demuestra estar entrenada y poder asumirlo en todos los niveles. Ya se sabe que es buena actriz cómica, pero tiene momentos donde maneja muy bien su voz para el canto, administrando bien el aire a pesar de la agitación de las coreografías. Pero sin lugar a dudas, alcanza un admirable nivel de baile, luciéndose en el tap. Si bien tuvo varios tropiezos en su vida fuera del escenario, y declaraciones que no comparto, su compromiso en el escenario es inequívoco, y se carga al hombro varias escenas.
En cuanto a Diego Ramos (Billy Crocker), sigue demostrando que el canto no su fuerte, si bien se defiende. No le da la proyección correcta a su voz durante el canto, y fue difícil escucharlo con claridad. Es una lástima, porque había mejorado en ese aspecto en Te quiero, sos perfecto, cambiá, luego de un desempeño regular en La novicia rebelde. Su nivel no es malo, pero es apenas correcto. No me causa rechazo como Ricardo Fort cantando algo de El Rey León o El Fantasma de la Ópera (mis amigos suelen cargarme con eso). Eso sí, durante “Sos lo más”, baila con mucha gracia. El público lo quiere mucho, de todas formas. En la actuación, se nota que se divierte. Con el tiempo, sé que va a poder explorar más facetas de su personaje (como hizo con el Capitán Von Trapp, con el correr de la temporada), aunque se lo nota desenvuelto en situaciones cómicas (ya había explotado bien esa faceta en La Tiendita del Horror). 
Enrique Pinti (como el Enemigo Público Nº13, el gángster Moonface Martin) sigue confirmando que tiene un gran talento y versatilidad, y realiza varias intervenciones graciosas.
Otra artista que me sorprendió fue Sofía Pachano. Sabía que era buena bailarina (lo demuestra en “Cuidate de mí”), pero compone a una Erma carismática, con toda la soltura que necesita su personaje. Atraviesa su número de canto con oficio (a pesar de tener menos preparación vocal), nuevamente respirando bien a pesar de participar de una coreografía.
Si leyeron la crítica de Borracho, un after musical, ya saben que pienso que Josefina Scaglione es una de las mejores actrices jóvenes de musicales. En Vale Todo, reafirma su capacidad de transmitir al combinar perfectamente todas las disciplinas esenciales de la comedia musical (actuación, canto y baile). Su solo (“Adiós, dulce sueño, adiós”) fue el momento de canto con mayor técnica de la función y, a la vez, de mayor sentimiento desde el compromiso actoral. Su Hope tiene la frescura necesaria.
Noralih Gago (como Evangeline Harcourt, la madre de Hope) es perfecta para su desopilante personaje, y lo hace suyo desde el primer momento.
Roberto Catarineu (poseedor de un oficio, un muy buen timing y simpatía, interpretando a Elisha Whitney, el jefe de Billy) y Martín Salazar (Lord Evelyn Oakleigh, el prometido de Hope) se mueven muy cómodos en la comedia, creando personajes divertidos, y siendo fieles a sus composiciones en el canto.
Leo Bosio (Sobrecargo), en participaciones pequeñas, logra generar simpatía. Mariano Musó, en otro papel menor (el del Capitán) también encuentra unos pocos momentos para jugar con su personaje.



Lamentablemente, no todo reluce en Vale Todo. Al menos en la función de estreno al público, hubo notorias fallas en el sonido que no esperaba en una producción de esta categoría. Sobre todo, por el precio de las entradas (y este crítico pagó su entrada). Al margen, recordaba que ver Sweet Charity, también con Florencia Peña, en el 2007, me había salido $30, cuando ahora la entrada más barata para ver Vale Todo cuesta $170.
Volviendo al sonido, incluso un miembro del equipo creativo, al que escuché hablar al salir de la sala, comentaba “Y, bueno, es que estamos en clima de segunda función, por eso hay problemas con los micrófonos y la iluminación”. A mí me parece inadmisible. Entiendo que esto pueda pasar en una muestra de teatro o en una obra escolar, pero no en una producción como Vale Todo, donde todo debería estar previsto y ensayado hasta alcanzar la mayor perfección posible. Había repetidas dificultades para escuchar a los intérpretes, que no fueron solucionadas. Espero que se ajuste con el correr de las funciones (si alguien la fue a ver después del estreno, por favor comente qué pasó con este tema), porque, si no, resta mucho, y es una de las razones por las que le bajé la nota a la obra. La iluminación no me pareció desastrosa, sino que no demasiado creativa, pero tal vez se deba a esos problemas técnicos que hay que ajustar. Calculo que se arreglará pronto.

Cabe destacar que Alejandro Tantanian (director) también se lanzó a hacer una versión propia de la puesta. Tal vez, por gusto personal, yo hubiera usado la profundidad del escenario en forma distinta en ciertas escenas.
La escenografía es funcional, grande pero simple en su diseño, también especialmente adaptada para la versión argentina por, Oria Puppo. Me pareció ingenioso el cambio de ángulo del barco para el segundo acto. Hay, además, algunas “puertas trampa” en el escenario, por las que suben o bajan algunos actores.
El vestuario de Pablo Battaglia (una creación original) tiene varios buenos diseños, sobre todo para los personajes femeninos.
Con respecto al precio de las entradas, es verdad que es una obra con una gran cantidad de artistas en escena, pero se podría establecer una gama más amplia de precios (como en el caso de Los Locos Addams).


En resumen: Una comedia musical clásica ligera y disparatada, con divertidas canciones de Cole Porter. Un fantástico número de tap con coreografía original cierra el primer acto. Muy buen desempeño de Florencia Peña. Brillantes participaciones de Enrique Pinti y Josefina Scaglione. Sorprende Sofía Pachano. La poblada orquesta es superlativa. Para divertirse sin pretensiones, y sin esperar un final excelentemente resuelto. La historia es ágil y busca complicidad constante con el espectador. El resultado final no deslumbra como para calificarla como una obra maestra (sí lo hacen muchas de las escenas, es justo aclararlo), pero entretiene con nobleza y buenos recursos. Es, no obstante, uno de los estrenos más destacados del año.

Es una pena que el sonido no haya estado a la altura en la función de estreno. Espero poder volver para disfrutar más de uno los mejores estrenos del año.

Más información:
Dirección: Alejandro Tantanian.
Teatro: El Nacional (Av. Corrientes 968).
Duración: 2 horas y 30 minutos (incluyendo un intervalo de 10 minutos).
Funciones: miércoles y jueves a las 20:30; viernes a las 21:00; sábado a las 20 :00 y a las 23:00; domingo a las 20:00.
Entradas: de $170 a $300.
Promociones: 2x1 con Clarín 360 (miércoles y jueves) y 15% de descuento con tarjeta Citi.

Fotos: Faroni Prensa.

NOTA: TEMPORADA 2014 - MAR DEL PLATA
Teatro: Auditorium Piazzolla (Bvar. Marítimo 2280); Tel.: (0223) 493-6001
Funciones: miércoles y sábado doble función, a las 20:45 y a las 23:30 hs.; jueves, viernes y domingo a las 21:30 hs.
La entrada más cara cuesta $270.

sábado, 29 de junio de 2013

Crítica de "Borracho, un after musical", de Leo Bosio (libro) y Jano, Flor Benítez y Hernán Segret (letra y música)

Crítica de Borracho, un after musical

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2013 (Sala Siranush).

Calificación: 6/10



¿De qué se trata?: Un musical conceptual, de estructura no convencional, que sumerge al espectador en un bar, donde dos parejas viven idas y vueltas en su vida amorosa, acompañadas por música y tragos. Así, el alcohol desatará sus emociones y les abrirá un nuevo panorama.

El punto fuerte de la obra: Josefina Scaglione.
La rosarina que protagonizó West Side Story en Broadway sigue deslumbrando y probando que es uno de los grandes talentos jóvenes. Desde su entrada vigorosa, cantando una maravillosa versión de “Poker Face”, se gana con creces el reconocimiento del público. Su pulida técnica vocal es indiscutible, pero también sabe cantar con matices, porque es una excelente actriz, y es esa condición de artista integral la que transmite tanto. Por supuesto, su postura y su baile también suman. Nunca sale de personaje (hay que reconocer que los otros intérpretes tampoco), al que compone en forma muy verosímil. Improvisa sin problemas, moviéndose con una naturalidad destacable e interactuando con el público sin caer en excesos. Es sorprendente ver a una actriz que realmente vive la situación que le toca asumir en una obra, trascendiendo lo que solo es correcto o esperable para buscar nuevas formas expresivas. Por eso, es muy intuitiva. Esto se habrá logrado, seguramente, como resultado de un trabajo de taller previo para desarrollar la obra, bajo la dirección de Leo Bosio, quien también escribió el delirante libro (por momentos, intencionalmente incoherente).
Su puesta es sumamente creativa, y lo reafirma como creador imaginativo, que además hace que sus recursos sean teatrales, funcionales a la trama (en realidad, al concepto). Es, en efecto, un musical que busca crear una atmósfera (y evocar sensaciones en el espectador), antes que presentar una historia delimitada. Es decir, al menos yo interpreté (porque está claro que Bosio prefirió dejar muchas cosas a libre interpretación) que se quería introducir al espectador en el mundo de la borrachera, asociada al romance. Sí, la obra quiere que experimentemos lo que se siente estar alcoholizado en un bar, sufriendo por amor, y, probablemente, buscar identificación. Y logra transportarnos a un mundo extraño, bastante bizarro, por momentos onírico.

Nos mezclamos en el ámbito de los personajes, sintiéndonos cercanos a ellos, y hasta asfixiados por sus preocupaciones, en un bar donde todo parece ser posible. Para esto, es importante la disposición de los asientos de la sala. Quienes se sientan adelante se ubican en sillones, que forman livings (por eso, es recomendable tratar de conseguir las entradas con cierta anticipación), entre los que los actores se mueven, creando un efecto fantástico. Se borran, así, las barreras, y los artistas involucran al público en la historia. Por eso, se suben pocas veces al escenario propiamente dicho. Indudablemente, la puesta (que es promocionada como una “intervención teatral”) tiene personalidad, y es un acierto.
La obra promete retratar “La borrachera no patológica como estado de lucidez del alma y de la mente” y retratar la premisa “Perderse para encontrarte”. Entonces, se desarrollan una serie de cuadros (algunos aparentemente inconexos), a los que el espectador debe dotar de sentido. Los parlamentos no caen en lo explícito. Esto puede generar inconvenientes con los espectadores más conservadores, pero ciertamente genera un clima distinto y entretiene en el proceso (tal vez, hasta llega a oprimir).
En esa línea, me gustaría destacar la última escena, con la canción “Deewangi Deewangi” (http://www.youtube.com/watch?v=VzLG6OqOcn8), que brinda un momento desopilante, al hacerle preguntar al espectador “¿De verdad está pasando esto?”, y tiene un gran trabajo coreográfico de la creativa Seku Faillace.

Se trabaja con los quiebres, tal vez por ser propios de las lagunas que genera la borrachera, o para plantear hasta qué punto las escenas son como las vemos, o son modificadas por la ebriedad.
En cuanto a la selección de la música (algunas son canciones originales y otras no), es peculiar. No diría que es funcional a la trama, pero sí desconcierta al espectador, algo que es fundamental para generar contrastes que ilustren las “revelaciones” que evoca la bebida. Aparte de los cuadros donde canta Scaglione, también se destaca la expresiva voz de Flor Benítez, y su sólida actuación. Ella también tiene posibilidad de destacarse como compositora.
La participación de Jano (en un mini-recital) es un momento que se disfruta. Él se revela como un artista interesante y apasionado, y muestra sus dotes como músico tocando el piano y la guitarra. Además, hasta actúa un poco.
Leo Bosio y Pablo Martínez tienen menos posibilidades para lucirse durante sus canciones, pero brindan muy buenas actuaciones, demostrando que el equipo está muy consolidado, y que todos tienen incorporados no sólo a sus personajes, sino a los de los demás, sabiendo interactuar de manera precisa.
Hernán Segret compuso la canción “Bailese quien pueda”, cuyo videoclip se proyecta al inicio (http://www.youtube.com/watch?v=GCpaOR3pgBY), y que es luego cantada por Jano. Tanto la canción como el videoclip logran sembrar el clima gris del desamor previo al encuentro en el bar, y sirve para marcar un nuevo contraste.
Y, hablando de videoclips, mientras el espectador espera a que comience el espectáculo, puede disfrutar de una selección de divertidos videos de canciones de décadas pasadas. Cabe aclarar que, si bien se ofrece comida y bebida, no es obligatoria la consumición.
La iluminación es un ejemplo más de saber aprovechar los recursos disponibles de la mejor manera.
Lo único que me gustaría objetar (como lo hice en la crítica de tick, tick, ¡BOOM!) es el excesivo uso de humo. Entiendo que ayuda a enmarcar el delirio, pero no es necesario y dificulta el canto y molesta a los espectadores. En realidad, otra cosa que no me convenció (pero por gusto personal) fue el horario. Me parece que hay ciertas personas a las que se les complica que la obra empiece a las 23 (no se notó, de todas formas, en la sala llena), sobre todo para los que viven más lejos. Al menos porque, en la función del 13 de junio, el espectáculo recién empezó a las 00:08 (por un recital de Diego Frenkel programado antes de la función) y terminó a la 1:28 aproximadamente, hora en la que la frecuencia de colectivos es menor. El horario de inicio es, no obstante, comprensible, porque desde la semana próxima tanto Scaglione como Bosio participarán de la esperada Vale todo (Anything goes), que también tendrá función los jueves.
Nota: De todas formas, esto no empaña el resultado artístico, y es solo una paranoia de alguien que ese día fue víctima de la inseguridad (aunque no cerca de la zona del teatro), y aunque pudo correr y no ser alcanzado por ninguno de los cuatro individuos (la adrenalina activa las habilidades atléticas, aunque en otras ocasiones sean pocas), pero llegó a la Sala Siranush con el pantalón roto y la rodilla lastimada.

En resumen: Un viaje hacia la conflictiva mente de cuatro personajes desilusionados o esperanzados con respecto al amor, mientras se encuentran en un bar (al que el público asiste), y ven las cosas distintas a partir del alcohol y la música. Gran interpretación de Josefina Scaglione e imaginativa puesta de Leo Bosio, que rodea al espectador con una atmósfera particular. Una obra sencilla que tiene la virtud de no ser pretenciosa.

Más información:
Dirección: Leo Bosio.
Teatro: Sala Siranush (Armenia 1353).
Duración: 1 hora 15 minutos.
Funciones: jueves a las 23 hs.
Entradas: $100.
Promociones: 2x1 con Club La Nación (límite de 30 cupos).


Fotos: https://www.facebook.com/BorrachoUnAfterMusical y ticketek.com.ar