Categoría: UNIPERSONAL MUSICAL
Crítica de SpangTrash
Buenos Aires, Argentina
Temporada 2015 (La Pausa Teatral )
Nivel: 7 /8
¿De
qué se trata?:
Obra con canciones pop contemporáneas. Una noche de resaca, Jey (Judith Cabral)
queda encerrada accidentalmente en el baño de su casa… encierro que será
también puerta a la libertad. Un recorrido pop por el desamor y la búsqueda de
identidad. ¿Quién no le contó en el baño a sus fantasmas y tristezas? A veces
necesitamos encerrarnos para conocer lo más profundo de nuestro ser.
“Just a second we’re not broken just bent
and we can learn to love again”
SpangTrash nos presenta una
separación amorosa en tiempos de los celulares, las playlists, el streaming y
el shuffle y demás. Es, a su vez, el
retrato de una cultura y del paso de la niñez a la adultez (reflejado en un
cambio de perspectiva respecto del prince
charming arquetípico de las películas de Disney). Pero todo esto se expone
en la dramaturgia con deliberada mesura, porque las protagonistas son las
canciones, y son ellas las que van hilvanando los sentimientos de la
protagonista y modificando su forma de pensar. En realidad, las letras se
convierten en pensamiento, vuelven a la consciencia pero son resignificadas en
el contexto que atraviesa Jey. Ya no son simple entretenimiento, sino que
operan enérgicamente en la vida de esta mujer (la cultura se asimila y se
convierte en acción). Es por esto que, por más que puede no haber sido
planteada así, sostengo que SpangTrash
termina siendo una historia sobre el poder sanador del arte. El show evolucionó
del simple recital que podría haber sido para mostrar un costado catártico de
la música. Y la catarsis fue una función constante de este arte a lo largo de
las décadas, tal como lo fue para una deprimida Bridget Jones (a quien se hace
referencia en la obra). Pese a que Jey quiere superar sus frustraciones con
alcohol, es la música la que surge y le hace ver las cosas de otra manera,
enfrentándola con una sociedad moderna estereotipada y a la que le cuesta
madurar.
El lugar del deshago es
el baño (en este caso, con un diseño escenográfico muy lindo de Lula Rojo, que
coquetea con algunas aristas del pop art
y tiene elementos eminentemente geométricos). Ni bien el público entra a la
sala, atraviesa ese baño, que es casualmente el ambiente más íntimo de la casa,
y por eso en SpangTrash se convierte
en un lugar de reflexión. No solo eso: es allí donde suele haber más espejos,
que nos permiten tomar contacto con nosotros mismos “desde afuera”, vernos como
nos ven los demás. Este último punto también tendrá su relevancia en el libro
de Judith Cabral y Matías Puricelli. Sin embargo, como sugerí antes, el texto
prefiere dejar las reflexiones al espectador y concentrarse en construir el
marco para que las canciones puedan surgir (y, a su vez, la puesta de Puricelli
se centra especialmente en lo que cada canción tiene para transmitir, el clima
psicológico que genera, y por eso en la función de prensa este director estuvo
también muy atento a indicar el ritmo de la iluminación).
Las aludidas canciones
fueron popularizadas, en su mayoría, por mujeres fuertes, y se inscriben en el
género del pop contemporáneo. Suenan, por ejemplo, “Wrecking Ball” (Miley
Cyrus), “Part of Me” (Katy Perry) y “Just Give Me A Reason” (Pink), en mi
opinión el mejor momento de la propuesta.
Todas estas melodías se
lucen en la voz de Judith Cabral, una artista única, a quien ya había visto en
su tributo a Lady Gaga (Art Monster).
Para cantar pop no alcanza con cantar bien, porque requiere de un aceitado
manejo del estilo para darle a las canciones el relieve que necesitan, sobre
todo a la hora de colocar la voz. Cabral sortea los desafíos vocales que se le
presentan en cada número con naturalidad y técnica (esta última le permitió
cantar impecablemente en la función a la que asistí pese a ser notorio su
resfrío y no utilizar ningún tipo de amplificación electrónica). Insisto con lo
que ya dije en mi reseña de Art Monster:
si tantas personas obtienen amplia difusión con escaso talento, más productores
deberían fijarse en Cabral (quien, además, puede cantar en un nítido inglés,
como demuestra en SpangTrash, donde
alterna este idioma con el castellano). Por lo demás, es bueno el trabajo
expresivo de esta intérprete, dado que al cantar y querer demostrar tristeza al
mismo tiempo muchos actores caen en la sobreactuación, mientras que Jey no
pierde la capacidad de generar cierta empatía. Los prácticos cambios de
vestuario (diseñado por Andrea Saldivia) acompañan las mutaciones internas de
la protagonista.
Nicolás Muñiz (guitarra),
bajo la dirección de Matías Cabello. Juntos lograron transferir el espíritu de
las canciones a una escala diametralmente más intimista que sus versiones
originales, tratando de que se inserten sin sobresaltos en el relato. A fin de
cuentas, recordemos, el centro de esta historia es la música, y es eso lo que
uno va a buscar cuando toca el timbre de La Pausa Teatral y atraviesa un
pasillo hasta llegar a la sala, donde una mujer se muestra abatida en el baño
de su casa. Después de todo, como me gusta decir a mí, no hay problema tan
grande que una canción no pueda aliviar.
Teatro:
La Pausa Teatral
(Av. Corrientes 4521) – www.lapausateatral.com.ar
Funciones:
viernes a las 21 hs.
Duración:
1 hora
Precio
de las entradas: $120
Dirección
general: Matías Puricelli
Dirección
musical: Matías Cabello
Intérprete:
Judith Cabral
Libro
e idea original: Judith Cabral
Supervisión
dramatúrgica: Matías Puricelli
Músicos:
Juan Pablo Schapira (teclado) y Nicolás Muñiz (guitarra)
Traducción
y adaptación de letras: Judith Cabral y Gonzalo Quevedo
Diseño
gráfico: Martín Bayne
Escenografía:
Lula Rojo
Diseño
de luces: Matías Puricelli
Diseño
de make up: Juan Gasparini
Peinado:
Juan Sayes
Vestuario:
Andrea Saldivia
Fotografía:
Nacho Lunadei
Prensa:
Chapeau Argentina
Reservas:
hola@lapausateatral.com.ar / spangtrash@gmail.com / Chapeau Argentina
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