Categoría: OBRA MUSICAL
Crítica de Pasos de Amor, el musical de la paz
Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (El Nacional).
Calificación: 8.5 /10
¿De qué se trata?: En los años 40,
cuatro jóvenes de distintos orígenes viajan por la India en un mismo vagón de
tren. Todos tienen fuertes ideales y el amor es el motor de sus vidas. El
día de mañana, llegarían a ser Juan Pablo II, Teresa de Calcuta, Martin Luther
King y Mahatma Gandhi. Durante el viaje, vivirán algunas situaciones que irán
forjando su futuro, y se expondrán sus convicciones y preocupaciones, ante la mirada atónita de
Alex, un guarda en su último viaje, que se convertirá en el custodio de cuatro
valiosas cartas.
Quiero empezar con de las mejores definiciones de amor que conozco:
“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y
de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un
platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la
ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si
no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi
cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no
se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se
irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino
que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará,
la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras
profecías, limitadas.
(...)
En una palabra, ahora existen tres
cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor”.
Corintios 13 (en la Biblia)
El punto fuerte de la obra: la dirección musical de Gabriel Senanes.
Pasos de Amor es una obra donde la música
interviene constantemente, y no se limita a números musicales aislados. La gran
obertura, al estilo de los musicales más clásicos, anticipa la importancia que tiene
la orquesta de 12 músicos, que sonó perfecta durante toda la función. Ya se
sabe que, hoy por hoy, no es frecuente que nos enfrentemos a una orquesta
poblada, pero esta superproducción nos da esa posibilidad. Tiene un rol clave:
interactuar emocionalmente con lo que estamos viendo, acompañando lo que
atraviesan los personajes.
Por eso, a
Senanes, encargado también de la música original, no le interesó ni componer
canciones simples ni que se convirtieran en hits (para que el espectador las
recordara al salir del teatro). Buscó que las canciones acentuaran la
expresión. Leyendo sus palabras en el programa de mano, me encuentro con que él
mismo deja esto en claro: “todos entregando cuerpo y alma a una música sincera,
creada con la secreta ambición de que no tenga vacíos expresivos”.
En esa tarea, no
le teme a los contrastes rotundos, incluso dentro de una misma canción (por
ejemplo, un personaje está cantando y, de repente, emerge todo el coro con una
melodía más potente). Además, la música atraviesa varios estilos, según el tono
de la obra y el personaje. Eso es algo positivo, porque permite que no se
estanque, y forma un collage atractivo. Para mí, las incursiones más logradas
fueron las de carácter operístico, los corales y el número de jazz.
Senanes trata de
que esta variedad no termine por sonar forzada, y por eso trabaja con sutileza
durante las transiciones. Dosifica, por otra parte, el trabajo coral del
ensamble, que le aporta estridencia, y en el que se nota la mano maestra de Gerardo
Gardelín (director vocal). Entonces, coordinar a 12 músicos por un lado y a 18
miembros del ensamble por el otro, más la participación solista de los
protagonistas, y lograr que todo esto suene bien y sincronizado en vivo es una
tarea digna de reconocimiento.
Hay que decir que
quienes integran este ensamble no tienen muchas oportunidades para destacarse
individualmente, sino que tienen que funcionar como una multitud. No obstante,
algunos tienen más de un rol, porque intervienen brevemente durante ciertas
escenas, donde se vuelven esenciales.
La coreografía de
Omar Saravia hace pasar por distintos estados de ánimo a este personaje colectivo,
como durante la escena de la “bronca”. Entonces, el ensamble se convierte en un
sostén importante, porque es en él, por ejemplo, donde los protagonistas ven
reflejados los padecimientos del mundo.
El pintoresco y
surtido vestuario de Mini Zuccheri, junto con el diseño de maquillaje y peinado
de Néstor Pumar, logran que la muchedumbre sea heterogénea y que sume impacto
visual a una puesta ya de por sí visualmente impresionante.
Con respecto a
este punto, hay que aplaudir la imponente escenografía de Alberto Negrín, con
una locomotora que se mueve en escena, hecha humo y baja por una plataforma como
su pieza más importante. La estética grandilocuente, junto con el diseño de
iluminación de Gonzalo Córdoba, le otorga a ciertos tramos de este viaje
proporciones épicas, con un despliegue inusual para las obras de origen
argentino en los últimos años. Córdoba sabe, también, que debe haber momentos más
intimistas, como los de las revelaciones que tienen Inés y Lolek.
Sobre dos
pantallas, se realiza un juego de proyecciones muy funcional a la trama, que a
la vez escapa de ciertas convenciones. Por ejemplo, al mostrar en blanco y
negro el paso de las hojas de los árboles para sugerir el movimiento del tren,
en vez de un típico paisaje fluyendo en forma horizontal.
En cuanto a lo
vocal, debo decir que Paula Almerares (Anna, la mujer del guarda) tiene un
desempeño arrollador, demostrando su condición de soprano de calidad con un par
de notas impecables. Los mejores momentos vocales son los suyos, y hace gala de
una técnica rigurosa.
Sin embargo, también
me gustó el solo de Rodrigo Segura (Michael/Martin Luther King), con un final
magnífico, y la voz de María Paula Ferrari (Inés/Madre Teresa). Además, desde
lo actoral, es Ferrari quien brinda la interpretación más cálida. Según el
programa, no realizó ningún otro musical profesional, así que considero que ella
es el gran hallazgo de Pasos de Amor.
Rodrigo Pedreira,
afianzado en el escenario, es un Lolek/Juan Pablo II convincente y con el
carisma propio de su personaje. Una perlita de la función de estreno: cuando
Pedreira estaba recitando parte del famoso soliloquio de Segismundo en “La vida
es sueño”, la señora que tenía al lado le comentaba a su acompañante “Es de una
obra de García Lorca”. Al escuchar esto, casi me agarra taquicardia (es de
Calderón de la Barca).
Luego de hacer
varias obras en el off, Lionel Arostegui pasó a un musical comercial sin que se
lo note incómodo, y compone a un Mohandas/Mahatma Gandhi enigmático.
Juan Rodó (Alex,
el guarda), en un bienvenido aire fresco a su carrera, se aleja de los
personajes atormentados y sigue demostrando sus condiciones vocales.
El libro de Rafael
Jijena Sánchez tiene como punto de partida una gran idea. Conviene aclarar que él
no decidió encarar las biografías de cada una de las personalidades, sino
centrarse en su encuentro ficticio en un tren, y por eso no hay que ir
esperando muchos detalles de su vida. A partir de esto, los hace exponer sus
ideales de forma simple y amena, incluyendo algunas de sus frases y datos interesantes
sobre sus vidas. Es una imagen muy poderosa la de aquellas grandes personas
compartiendo un mismo vagón. Me pareció, sin embargo, que la obra podría haber
sido un más extensa, para profundizar un poco más, aunque entiendo que se
hubiera corrido el riesgo de transformarla en un panfleto sin mérito teatral.
Fue una buena idea
darle pinceladas oníricas y hasta secuencias propias de un musical conceptual, que
rompen con las paredes del tren para poder explorar la mente de los personajes y
rasgos de su pasado/futuro de una forma teatral, incluso, con la participación
del ensamble. Es interesante que haya querido insertar algunos puntos de
oscuridad en la narración. Una muestra de esto es la inclusión de las tres Parcas,
a pesar de que no tengan un rol fijo.
Aunque Pasos de Amor se hubiera hecho con una
puesta minimalista y un elenco chico, el concepto principal hubiera sido igual
de bueno, y Jijena Sánchez sabe que es la esencia (las convicciones de los
protagonistas) lo que lo hace poderoso.
Al director
escénico Daniel Suárez Marzal y al director asociado Gabriel Rosas les tocó la
tarea de lidiar con un montaje complejo, pero su trabajo se ve preciso. Le
otorgaron dinamismo a la obra, aprovechando la forma en que está concebido el
libro y el despliegue visual. Una buena resolución escénica es la que muestra,
en paralelo, una celebración religiosa con coro góspel de la que participa
Michael y a Mohandas en un juzgado.
Durante la escena
final, me resultó conmovedor ver a todo el equipo entregado a una canción. Fernando
Marín, el productor general, tuvo una idea descabellada al lanzarse a producir un
espectáculo tan grande en los tiempos que corren (hasta el programa de mano
tiene una calidad óptima), pero le agradezco que se haya jugado por contar esta
historia.
Siempre conviene
tener en cuenta a estos cuatro héroes, que arriesgaron todo porque confiaron en
el poder del amor. Fueron verdaderos revolucionarios desde su actitud pacífica,
y marcaron al mundo. Es impresionante pensar que sólo el amor les bastó para
transformar la realidad, y que entregaron todo desinteresadamente para mejorar
la vida de los demás. Hoy, son un ejemplo indiscutible. En efecto, sólo el amor
construye, y este es un mensaje que nos viene bien hoy en día y en el contexto en
el que estamos sumergidos, donde la tendencia no es dar pasos, sino estancarse
en una zona de confort que no nos beneficia como sociedad. Madre Teresa, Martin
Luther King, Juan Pablo II y Gandhi fueron en contra de la corriente,
demostrando que no es el poder ni el dinero lo que lleva a un mundo mejor, sino
un cambio de mentalidad.
Como muestra la
obra, los protagonistas no se convirtieron en grandes personas de la noche a la
mañana. Fueron dando pequeños pasos de amor. A eso estamos llamados nosotros; a
tener pequeños gestos que hagan la vida del prójimo un poco mejor, y así crecer
todos juntos. Si nos ayudamos entre todos, dando todos los pasos de amor que
podamos aunque cueste, sosteniendo a aquellos que no pueden darlos por sí solos
y dejándonos empujar para dar aquellos pasos que no nos animamos a dar, vamos
poder salir de los pantanos donde nos metamos y recorrer mucho más. Tal vez no
sea una forma de vivir muy cómoda, pero es la más plena y la que le da un
sentido a nuestra existencia.
En resumen: Una producción
colosal y dinámica para toda la familia, que presenta los valiosísimos ideales
de cuatro héroes que dejaron infinitas huellas en nuestra historia, amaron al
extremo y vivieron por los demás. Una gran apuesta por el teatro musical de
origen argentino, con una orquesta impactante y la arrolladora participación de
la soprano Paula Almerares.
-.-.-.El Espectador Crítico de Teatro Musical.-.-.-
Más información:
Dirección escénica: Daniel Suárez Marzal
Elenco: Juan Rodó, Paula Almerares, María Paula Ferrari, Rodrigo Segura, Rodrigo Pedreira, Lionel Arostegui, Anahí Core, Sergio Di Croce,
Alejandro Zanga, Alexia Martinovich, Alfredo Martínez, Ana de Vicentis,
Anabella Simoneti, Carlos Da Silva, Daiana Liporati, Ezequiel Fernanz, José
Luis Bartolilla, Julio Irigoyen, Lucien Gilabert, Matías Prieto, Melina
D'Angelo, Nicolás Serraiti, Sheila Saslavski y Sol Montero
Production stage manager: Florencia Falconi
Stage manager: Verónica Nijensohn
Director técnico: Matías Carbia
Comunicación y prensa: Alejandro Veroutis, Alejandro Andolfi y Sandra
Beerbrayer
Diseño gráfico: Felicitas Calvo
Teatro: El Nacional (Av. Corrientes 960 - 4326-4218)
Duración: 1 hora y 35 minutos
Precio de las entradas: desde $160 a $280
Funciones: miércoles a sábado a las 21 hs. y domingo a las 20 hs.
Para cerrar, les dejo imágenes de un tren de papel que armé para esta nota, inspirado en la obra.