Categoría: OBRA MUSICAL
Crítica de Desde
mis ojos, una zambita cruel
Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro Gargantúa).
Calificación: 7.5 /10
Una imagen que armé inspirada en la obra
¿De qué se trata?: Situada en Buenos Aires, en los años 50. Un rígido
dueño de estancia y su hija adolescente, marcados por la tragedia, reciben a
Lucas, el primo de la joven, que ha llegado de la ciudad para trabajar en el
campo. Con el transcurso de los días, surgirá un amor prohibido, del que será
testigo un caballo que los primos intentan domar. De hecho, veremos esta
historia desde sus ojos.
El punto fuerte de la obra: la dirección de Juan Álvarez
Prado.
El creador y director de Embarazados, ecografía de una espera (uno de los mejores musicales
off que recuerdo haber visto en los últimos años) regresa con un material muy
distinto, pero reafirma su efectividad para contar una historia. Sin dudas, un
rasgo positivo de Desde mis ojos es
que logra crear una atmósfera, y esto sólo puede suceder cuando se cuidan todos
los detalles. Así, la pieza envuelve al espectador en un ambiente áspero,
severo y salvaje. No necesitamos ver demasiado del campo para sentir que
estamos en él. Tampoco requerimos que haya animales en escena.
En manos de algún creador desprevenido, es muy
probable que el efecto no hubiera sido tan subyugante, porque varios han explorado
ese espacio con bastante artificialidad. Pero Álvarez Prado parece conocer la
esencia del ámbito rural lo suficientemente bien como para recrearlo en pocos
metros cuadrados, en pleno Colegiales. A esto se suma el hecho de que no sólo
quiere que viajemos en el espacio, sino también en el tiempo. Entonces, es ahí
cuando el marco adquiere una rigidez mayor, propia de los códigos sociales de
los años 50… aunque muchos de los prejuicios siguen siendo los mismos. Me
detuve en todo esto para mostrar lo bueno que es tomarse un tiempo para crear
una base sólida y decidir qué es lo que una obra pretende ser para lograr
mejores resultados.
Retomando lo importante de la sugestión para
transportar al público, nos topamos con la memorable interpretación de Patricio
Witis, en la piel de un caballo. Algunos musicales de Broadway ya han usado
actores para hacer de animales. Es el caso de Cats, El Rey León y El Mago de Oz. No obstante, estos
siempre estaban inmersos en un mundo inverosímil, en el que podían hablar. Desde mis ojos plantea otro desafío: que
un actor interprete a un caballo dentro de un entorno realista y que, para
colmo, el caballo pueda oficiar de narrador y hasta cantar. Lo que podría haber
sido ridículo o bizarro y hacer virar el registro de la obra hacia el absurdo
está trabajado de tal forma que este detalle es sumamente poético. Además, está
perfectamente integrado al espacio, dado que uno le cree a Witis que es un
caballo y que vive en un corral. Tampoco esperen ver una versión argentina de
Mr. Ed, porque este animal no se comunica verbalmente con los humanos, sino que
atestigua lo que sucede y reflexiona con seriedad.
Como se verá, es un personaje complejo, y Witis
cumple en exceso (apuntalado por Álvarez Prado). Con el torso desnudo,
prescinde de cualquier referencia a un equino desde el vestuario, sino que
compone desde lo físico. Captura movimientos reconocibles en los caballos y los
reproduce con una combinación de habilidad y sensibilidad. Atraviesa, así,
distintos estados del animal, como su brusquedad, su sufrimiento, su vínculo
con las personas y su fuerza. Siempre mira hacia el frente, y permanece
prácticamente toda la obra en escena.
Asimismo, el caballo es sólo uno de los elementos
campestres que le sirven a Álvarez Prado (también autor del libro) para
construir metáforas que enriquecen la narración. Tal es así que, en la última
escena, termina conectando toda la historia con la idea de lo rural, pero no
voy a adelantar más. Además, desarrolla la clásica tensión entre campo y
ciudad, el romance juvenil, los conflictos familiares, la viudez y, como se
dijo anteriormente, las convenciones de los años 50.
Otro tema que trata es el de la música (en este caso,
folklórica) y su capacidad para transformar la realidad. Es por esto que las
canciones no desentonan, al margen de que no son tantas. Por otra parte, un
acompañamiento instrumental en guitarra (tocada en vivo por el compositor,
Franco Moretti) marca el ritmo de varios momentos de acción dramática, y está más
presente.
Acerca de las canciones, el género folklórico le
sienta bien al relato. Me gustaría destacar dos piezas por su belleza
compositiva: el solo de Lucas (donde el tempo rápido parece sugerir el veloz desplazamiento
de los distintos paisajes a través de la ventana del tren) y el dúo entre los
primos (acorde al romance blando que viven). Si bien se escucha folklore (a
veces, con reminiscencias de la rama más moderna), hay también una zamba, que
le da al espectáculo su subtítulo.
Hernán López Sosa es el letrista de las canciones, y
sigue la línea de Álvarez Prado al incluir metáforas y reflexiones. Se nota que
las canciones no están porque sí, sino para que los personajes puedan hablar a
través de ellas (véase la relación especial que tienen el caballo y el tío de
Lucas con la música y cómo van reaccionando ante ella).
Julián Rubino (Lucas), que había sido el cover
masculino en Embarazados, maneja correctamente
el equilibrio entre la inocencia de su personaje y su costado más impulsivo, y
canta y toca la guitarra con seguridad y expresividad. Celeste Sanazi (Soledad)
se va ablandando progresivamente como exige el guión, y tiene buena química con
Rubino y una voz dulce. Mariano Muente (padre de Soledad) aporta la tensión en
la historia. Se nota que se trabajó la unión del grupo en los ensayos, algo que
suele suceder en proyectos off con pocos actores. Otro aspecto para señalar es
la buena proyección vocal de todos, puesto que no usan micrófono pero se los
escucha perfectamente.
La iluminación marca el día y la noche, pero siempre
con tonos que nos alejan de la ciudad. La mencionada escenografía (de Alocarte),
pese a ser sintética, logra generar tres espacios en un escenario reducido, a
partir de la elección de componentes clave. El vestuario es sencillo.
Por último, las coreografías de Florencia López Mañan
tienen una particularidad: no apuntan al baile folklórico, sino que permiten
resolver ciertos desplazamientos que son difíciles de mostrar (por ejemplo, el
juego de Lucas y Soledad con el caballo o la cabalgata).
En resumen: Una obra fantásticamente dirigida por Juan Álvarez Prado, que envuelve
al espectador en la áspera atmósfera de un campo en los años 50. Un trabajo memorable
de Patricio Witis, un texto con ecos poéticos, bellas canciones folkóricas y
muy buenas interpretaciones garantizan que Desde
mis ojos ya se posicione como uno de los espectáculos off más destacados del
2014. Una zambita cruel para vernos reflejados en nuestro lado más animal.
Recomendada incluso para los no amantes del género musical.
¿Qué se
puede aprender viendo esta obra?: Cómo
sugerir un espacio y una atmósfera, a partir de pocos recursos, teniendo un
planteo claro.
Más información:
Dirección:
Juan Álvarez Prado.
Teatro: Gargantúa (Jorge
Newbey 3563, Colegiales) – 4555-5596 info@teatrogargantua.com.ar
Funciones:
lunes a las 21 hs.
Duración:
1 hora y 10 minutos.
Precio
de las entradas: $70.
Fotografía:
Bruno Moretti.
Diseño
gráfico: Juan Ignacio Bruzzo.
Producción
ejecutiva: Fiorella Costadoni.
Prensa:
Daniel Falcone.
http://www.facebook.com/pages/Da-Capo-Producciones/462455630522166
Dato
de color: si les gusta lo laberíntico, no se pierdan la oportunidad de subir al
baño antes de entrar a la sala (es
decir, al del bar).
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