Categoría: OBRA MUSICAL
Crítica de El
Hombre de La Mancha
Título original: Man of La Mancha
Libro:
Dale Wasserman / Música: Mitch Leigh / Letras: Joe Darion
(Estrenada
en Broadway en 1965)
A
su vez basada en Don Quijote de La Mancha ,
del
español Miguel de Cervantes Saavedra
Buenos Aires, Argentina
Temporada 2015 (Teatro Maipo)
Nivel: 7 /8
¿De qué se
trata?: Cervantes es apresado por la Inquisición española.
En la cárcel, se verá forzado a contarle a los otros prisioneros las aventuras
de Don Quijote de La Mancha ,
mientras espera a ser llamado para un interrogatorio.
El punto fuerte de la obra: la dirección de Pepe Cibrián
Campoy.
En un lugar de Buenos Aires, de cuyo nombre quiero
acordarme, no hace mucho tiempo que vive una nueva puesta de El Hombre de La Mancha. Si bien podemos decir que es un musical clásico, que cumplió 50 años, la
obra de Dale Wasserman dista de ser el musical liviano y “de libro” en el que
se podría haber convertido. Empecemos por desmitificar que es la adaptación
musical de Don Quijote de La
Mancha , porque esa no fue la intención del autor, y esto
va más allá de la introducción de una segunda línea argumental con el personaje
de Cervantes. Quienes hayan leído esa novela insigne se darán cuenta de que los
sucesos que viven Don Quijote y Sancho no siguen de cerca la línea de su
material de origen. Y esto nos lleva al siguiente punto: el texto de Wasserman
es un realidad una relectura, y eso es lo que eleva a la propuesta, que obliga
a reflexionar a los espectadores. El autor captó la esencia de los personajes y
los puso al servicio de algunos de los mensajes centrales que él descubrió
dentro de la obra maestra de Cervantes. Es por esto que reconocemos a los
protagonistas y sus problemáticas, pero vamos un poco más allá y les damos un
sentido especial (dentro de los tantos que han surgido por más de cuatro
décadas).
Si son lectores asiduos de este blog, ya saben que
soy obsesivo con la lectura de los libretos originales. Quiero comentar un
fragmento de una acotación de El Hombre
de La Mancha :
“La prisión (…) es una plataforma abstracta cuyos
elementos son fluidos y adaptables a las escenas del Quijote. El efecto primario
es el de la improvisación; debe parecer que todo el decorado, la utilería y el
vestuario es adaptado de materiales que ya están en el escenario (…). Este
esquema es fundamental para la obra”.
René Diviú (escenografía) y Alfredo Miranda
(vestuario) cumplen con esta decisión estilística. La prisión tiene un buen
trabajo de texturas y de ángulos, y el vestuario es andrajoso (en el caso de
los protagonistas, remite a ciertas pinturas españolas). Lo importante aquí es
por qué hacer hincapié en que la historia del Quijote es una obra dentro de la
obra. La respuesta parece ser esta: el autor desafía al público a no ver las
cosas tal cual son, y así empatizar todavía más con “el sueño imposible” del
Quijote. Es, en definitiva, una vuelta a la inocencia, a lo lúdico, uno de los
valores presentes en el “Caballero de la Triste Figura ”.
Pepe Cibrián Campoy parece estar de acuerdo en que en
esto descansa parte del espíritu de la obra, a juzgar por cómo se amalgaman sus
trabajos como director, actor y adaptador. Hay que recalcar que esta es la
primera vez que Cibrián dirige y adapta un musical de Broadway, y el resultado
es óptimo. Asimismo, logró apropiarse del texto y hacer algunos pequeños
cambios favorables, sobre todo, a la hora de potenciar la comedia (tómese como
referencia la escena que transcurre en la iglesia, donde derrochan histrionismo
Lucas Arbúes y Alejandro Poggio, que son muy aplaudidos). Pero, sobre todo, Cibrián
quiso dejar en claro por qué trascendieron los ideales del Quijote, y
despertar, como dijimos antes, al Quijote que hay en cada espectador. Por
cierto, Wasserman tuvo una genial idea sobre cómo usar al personaje de Aldonza
sobre el final en pos de ese concepto.
Como director, Cibrián tiene un sello inconfundible,
aunque fue evolucionando a lo largo de su extensa carrera. El Hombre de La Macha
lo encuentra en uno de sus mejores momentos, con un musical que tiene buen
ritmo pese a carecer de intervalo. Consigue sumergirnos en distintos niveles de
realidad: lo que ve Quijote, lo que observan los que están a su alrededor, lo
que cuenta Cervantes, lo que sucede en la cárcel y lo que cada una de esas
cosas les quiere decir a los espectadores. Todo esto, reforzado por transiciones
variadas que aprovechan el espacio (por ejemplo, se utiliza una escotilla y hay
entradas y salidas por el proscenio).
Por supuesto, la iluminación del propio Cibrián
también contribuye a que el juego del teatro dentro del teatro sea más
orgánico. A su vez, va marcando el tono del relato: a veces acentúa los recovecos
sombríos de la cárcel/estructura, volviéndola terrorífica y opresiva, y otras
se dedica a reflejar emociones. Basta con citar el primer encuentro entre el
Quijote y Aldonza, en el que solo dos reflectores blancos alcanzan para
transmitir lo que está sucediendo (señoras y señores: la magia del teatro).
En su doble papel de Cervantes/Quijote, demuestra un
poseer un gran sentido del pulso de la obra, e inyecta a sus dos personajes con
idéntico idealismo y capacidad de ensoñación, pese a que diferencia sus tipos
de “locura” con la voz y la forma de moverse. Para cantar, recurre también a su
faceta actoral, saboreando las palabras y, en ocasiones, dándoles ímpetu.
Recordemos que este es un rol que ha llegado a cantar Plácido Domingo, pero
Cibrián no pretende para nada alcanzar ese nivel vocal, sino hacer creíble lo
que interpreta, y para eso le basta afirmarse en algunas notas.
Lavié es un Sancho conmovedor (además, encarna al
sirviente de Cervantes). Incondicional pese a todo, vive para hacer feliz al
Quijote. Vocalmente, Lavié explora matices, beneficiado por el poderío de su
voz. Por su parte, a Cecilia Milone se la ve segurísima. Su personaje se va
desarrollando con el paso de las canciones, y Milone captó esto cabalmente.
Así, no canta con el mismo sentimiento cuando conoce por primera vez al
caballero andante y sus ideales que cuando entra en crisis o durante el final.
Por supuesto, hablar de Aldonza es referirse también a su contraparte Dulcinea,
un recordatorio permanente de la persistencia del ingenioso hidalgo de ver “luz
donde hay oscuridad”.
El elenco se completa con un ensamble de diez
intérpretes que se ponen en la piel de los prisioneros y van interviniendo con
solvencia en roles secundarios y se destacan en las canciones grupales (con
arreglos corales de Damián Mahler). Es interesante ver cómo presenta el texto a
los prisioneros. Al empezar la obra, ellos imitan el sistema de la Inquisición en una
jurisdicción más pequeña, pero se van produciendo cambios en cada uno de ellos.
Tal vez hasta representen al público que va a ver El Hombre de La Mancha.
En cuanto a Ángel Mahler, reafirma su oficio, esta
vez al frente de cinco músicos y dándole vida a la partitura con ritmos
españoles de Mitch Leigh. Nótese que no hay canciones en las escenas que
transcurren en la prisión, sino que la música entra para revitalizar la
historia del Quijote. A lo mejor esto sea un símbolo de que hay cosas que no
pueden ser apreciadas por aquellos que tienen la mente encarcelada.
En resumen, esta puesta nos recuerda que no podemos
emprender ningún sueño si vemos la vida tal cual es. Hay una canción en la que
el sacerdote (Patricio Witis) confiesa que le gustaría que Don Quijote se
mantuviera loco y que más personas fueran como él. Una gran pureza inviste a la
figura de este caballero, a quien no le importa ganar ni perder mientras pueda
seguir soñando. Ese ideal sigue siendo revolucionario en nuestra sociedad competitiva
e individualista. ¿Por qué vale la pena perseguir un ideal inalcanzable? Parece
ser que para desafiarnos y descubrir que podemos hacer cosas que no
imaginábamos, y nunca dejar de soñar. En definitiva, al mundo lo salva un grupo
enorme de locos al que se lo ocurre hacer lo que nadie hace y atreverse a lo
que nadie se atreve, sin importar enjuiciamientos ni parámetros preestablecidos.
Ya hablamos de la ruptura de los prejuicios en el análisis de Into the Woods (“Las brujas pueden tener
razón. Los gigantes pueden ser buenos”). La propiedad de ver algo y estar
viendo otra cosa al mismo tiempo es propia de la creatividad, que rompe con la
monotonía. Pensemos en las cosas que nos rodean y en todos los locos que
hicieron posible su existencia. Recuerdo haber presenciado un discurso en los
Premios Hugo en el que Cibrián se refería precisamente a esto: a reconocer el
paso de quienes transitaron antes que nosotros. Por ejemplo, el paso del loco
de Don Quijote, creado por el loco de Cervantes, ahora interpretado por el loco
de Cibrián y presenciado por distintos grupos de locos espectadores.
Más información:
Teatro: Maipo (Esmeralda
449)
Duración: 2 horas y 20
minutos (sin intervalo)
Funciones: miércoles a
viernes a las 21 hs., sábados a las 20 hs. y a las 22:45 hs. y domingos a las
20 hs.
Precio de las entradas: $230
a $350
Promoción: 2x1 con Club La Nación Premium
Aclaración (Plateanet): no
se permite el ingreso con niños a la sala
Dirección general,
adaptación y diseño de luces: Pepe Cibrián Campoy
Dirección musical: Ángel
Mahler
Coordinación de actores y
puesta: Hernán Kuttel
Producción ejecutiva: Ana
Florencia Blejer
Producción general: Julieta
Kalik, Ángel Mahler y Santiago Zenobi
Prensa y difusión: Alejandro
Veroutis // Asistencia: Alejandro Andolfi, Morena Lopez Blanco y María Lapadula
Diseño de sonido: Osvaldo
Mahler
Dirección y arreglo de
coros: Damián Mahler
Diseño de vestuario: Alfredo
Miranda
Diseño de escenografía: René
Diviú
Jefe de escenario: Marcos
Moriconi // Coordinación escenotécnica: Mina Battista
Fotografía: Nacho Lunadei
Elenco: Pepe Cibrián Campoy,
Raúl Lavié, Cecilia Milone, Hernán Kuttel, Gastón Avendaño, Lucas Arbués,
Alejandro Poggio, Christian Alladio, Patricio Witis, Bruno Pedicone, Martín
Selle, Ana Victoria de Vicentiis y Ivano Nardacchione
Músicos: Dolores Stabilini
(viola), Martcho Mavrov (corno), Carlos Di Palma (guitarras), Daniel Cesano
(percusión) y Guillermo Masutti (timbales y percusión) // Director: Ángel
Mahler / Damián Mahler
No hay comentarios:
Publicar un comentario