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domingo, 31 de enero de 2016

Crítica de "Aquí NO podemos hacerlo", de Pepe Cibrián Campoy y Luis María Serra

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de Aquí NO podemos hacerlo

Buenos Aires, Argentina
Temporada 2016 (Teatro El Cubo)


Nivel: 7 /8


¿De qué se trata? Rodolfo, un dramaturgo y director busca montar un musical, pero no puede conseguir el apoyo necesario. No obstante, decide convocar a una serie de intérpretes para convencerlos de que se sumen al proyecto.

El punto fuerte de la obra: las coreografías de Nicolás Pérez Costa.


Cuando se trata de musicales sobre audiciones, el punto de referencia indiscutible es A Chorus Line, que se estrenó en Broadway en 1975. Tres años más tarde, subía a escena en Buenos Aires Aquí no podemos hacerlo, una obra que también indaga en el proceso previo a la conformación del elenco de un musical, pero que pone de manifiesto problemáticas diferentes. Treinta y ocho años después, sigue siendo una pieza fundamental para comprender las bases del teatro musical argentino. Por eso, el primer acierto de esta quinta versión (en esta oportunidad dirigida por Nicolás Pérez Costa) es haber decidido que la historia transcurriera en 1978. Esto se nota apenas se ve el vestuario de Flor Blejer, que irrumpe con todo su colorido en la primera escena, llenando un escenario despojado. De esta forma, se fuerza al propio espectador a trasladarse del pasado al presente para que él mismo evalúe qué planteos siguen vigentes (una pista: son muchos).

A su vez, sirve como un homenaje sostenido a una época de incertidumbre con respecto al futuro del musical argentino, y a todo el equipo creativo y artístico que participó de la primera puesta de Aquí no podemos hacerlo. Según contó Pepe Cibrián Campoy, autor y director de la pieza original, en su momento trabajó en formato de lo que hoy llamaríamos workshop, armando el libro en base a improvisaciones de los actores. Ellos ensayaban en el sótano de una casa de la familia de Sandra Mihanovich (que encarnó a una de las protagonistas) y no lograban que ningún productor importante aceptara financiar la obra tal cual era. Finalmente, José Cibrián y Ana María Campoy se encargaron de costear el proyecto.

Pese a la comentada elección estética, la puesta de Pérez Costa no deja de tener una impronta moderna. De todas formas, Aquí no podemos hacerlo ya era un musical arriesgado para su época porque es esencialmente conceptual. No es una historia lineal la que sostiene la atención del público, sino la forma en la que los personajes exponen su relación con el teatro y con los demás, y los descubrimientos que van haciendo sobre sí mismos. Pérez Costa demuestra comprender el texto, y por eso le otorga peso el desenvolvimiento de los protagonistas. Los personajes parecen muy confiados de quiénes son cuando se reúnen por primera vez a discutir sobre la obra a la que son convocados. Sin embargo, descubren ser absolutamente inseguros y frágiles, a partir del contacto con las historias de sus compañeros y, frecuentemente, por el hecho mismo de pisar un escenario y exponerse.

La música de Luis María Serra acompaña de manera perfecta las letras de Cibrián, permitiéndoles a estos seres sacarse las máscaras, despojarse de los prejuicios y mostrar quiénes son realmente. Indudablemente, Verónica no piensa lo mismo en su primer solo que en el segundo, un baile puede cambiarle radicalmente la perspectiva a Daniel y Bárbara no puede hacerse cargo de su sufrimiento y resignación hasta los últimos versos de su canción. Al ser una obra conceptual, sabemos que no tenemos que tomar todo literalmente, y de esa forma podemos detectar aquello que esconden los personajes, y que puede ser ignorado por quienes lo rodean (véase el caso de Mitito, sobre el final).

Varios de estos roles implican un importante desgaste, siguiendo el mandato de Rodolfo (autor y director de la obra dentro de la obra), quien habla sobre dejar todo en cada función. A propósito, resulta interesante que este personaje sea interpretado por Pérez Costa, porque él tiene un dominio especial de los tiempos de este relato. El elenco, de calidad homogénea, está a la altura de los estereotipos que encarna, sabiendo que lo que deben construir es algo que se parezca a la realidad sin ser demasiado realista. De esta forma, composiciones como las de Tatiana Luna (Pamela Houston) y Manuela Perin (Verónica) aportan el necesario toque de humor delirante. Pese a que el nivel general de canto fue siempre prolijo, pasada la tensión de la primera función seguramente habrá mayor soltura en algunas de las interpretaciones vocales. Este factor, unido a un leve ajuste en el sonido (para amalgamar mejor lo que está pregrabado con lo que se canta en vivo) potenciaría ciertos números musicales.

Un punto alto de esta versión es el ensamble, y por eso vale destacar el criterio adoptado en el proceso de selección. Las multitudinarias coreografías de Nicolás Pérez Costa son potentes e insuperables, y el elenco puede transmitir tanto enojo como pasión en los cuadros grupales. Además, el baile resulta un vehículo de expresión singular para los personajes de Joan Ramis y Taisa Isola.
En mi opinión, el mensaje más significativo de la obra es que invita a salir del molde, a arriesgarse aunque cueste. A diferencia de la trama de A Chorus Line, en este caso el elenco ya está definido por el director. De hecho, es lo único que tiene: le falta un teatro, productores, y básicamente todo… pero sobre todo le falta que los actores confíen en que la obra en cuestión se puede llevar a cabo en Argentina. Hoy, sigue siendo un enorme desafío montar un musical en nuestro país y hay quienes insisten que “aquí no podemos hacerlo”. Mientras tanto, en el teatro El Cubo, un grupo de personajes se pregunta si es posible unirse contra las adversidades y, sobre todo, superando los propios condicionamientos.


Más información:
Teatro: El Cubo (Zelaya 3053, zona de Abasto)
Funciones: sábados a las 21 hs.
Precio de las entradas: $150 (filas 9 y 10), $200 (filas 6 a 8) y $300 (filas 1 a 5)
Duración: 2 horas

Dirección general y coreografías: Nicolás Pérez Costa
Libro y letras: Pepe Cibrián Campoy
Música original: Luis María Serra
Arreglos musicales: Ángel Mahler y Luis María Serra
Elenco: Nicolás Pérez Costa (Rodolfo), Manuela Perin (Verónica), Tatiana Luna (Pamela Houston), Julieta Rapetta (Lupe), Joan Ramis (Daniel), Nayla Vieytes (María), Agustina Cedraschi (Bárbara), Federico Gara (Mitito), Taisa Isola (Jenny), Denise Depauli (Debie), Martín Nahuel Alongi, Sacha Bercovich, Antonela Misenti, Juan Damián Benítez, Pedro Estrada, Mariana Gaud Arena, Eugenia Spallanzani, Melisa Nievas, Juan Fonsalido, Rocío Medina, Federico Cubito, Florencia Ballester (reemplazo) y Matías Vega (reemplazo)
Diseño de vestuario: Flor Blejer
Fotografía y diseño gráfico: Emiliano Páez
Audiovisuales: Iñaki Aguirre
Asesoramiento en acrobacia: Hernán Gay
Montaje de percusión corporal: Agustín Morcillo
Jefe de escenario: Alan Gejtman
Prensa: WE Prensa
Asistencia de dirección: Matías Vega
Asistencia de producción: Tamara Bur
Asistencia de coreografía: Taisa Isola y Melisa Nievas
Adaptación y dirección coral: Emilio Yapor
Producción ejecutiva: Estanislao Otero Valdez

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