Categoría: OBRA MUSICAL
Crítica de El hijo del fin del mundo… el origen
Buenos Aires,
Argentina.
Temporada 2013
(Teatro El Ópalo).
Calificación: 6.5 /10
¿De qué se trata?: Una fábula musical que
transcurre en un mundo post-apocalíptico y en crisis. Un grupo de pintorescos
personajes viaja en una caravana flotante, buscando dónde instalarse. En eso,
se les une un nuevo integrante: un actor fugitivo.
El punto fuerte de la obra: la actuación de Renzo Morelli como el
“Loco”.
Aunque tiene a
cargo un rol secundario, Morelli puede destacarse gracias a que sabe
interpretar la extravagancia de su personaje y se apropia de ella durante toda
la obra. Su mirada y el movimiento de su mano se vuelven partes indispensables
de su composición. Además, es el integrante del elenco que demuestra tener
mayor proyección vocal, tanto al cantar como al hablar.
El elenco (Lionel
Arostegui, Leandro Bassano, Marta Mediavilla y Renzo Morelli) funciona como un
equipo, y todos comparten el mismo entusiasmo por la obra. Bassano es quien lleva adelante la mayor parte de la
acción, y lo hace con convicción.
Por otra parte, el
texto de Lautaro Metral es delirante. La obra se promociona como una fábula
musical, pero yo diría que, además, es un musical surrealista. Ciertamente, el
ambiente es onírico y, por lo menos a mí, me pareció que se exploraba el
inconsciente (aunque, por supuesto, el contenido de semejante locura está
sujeto a múltiples interpretaciones). Como ya he dicho en otro caso, lo de
locura lo digo cariñosamente.
Entonces, el
espectador debe descifrar qué le está diciendo la obra, porque no todo es
explícito. Esto puede desalentar (y hasta horrorizar) a los espectadores más
conservadores. Reconozco que a mí me costó un poco acostumbrarme al estilo de
la obra durante los primeros minutos. Metral sabe que esto puede pasar y lo
blanquea, dado que el personaje de Leandro Bassano actúa como un intérprete
para que el público no se confunda (aunque esto seguirá siendo relativo). No
obstante, después de ese período inicial, me acostumbré y pude disfrutar del
relato y de su originalidad.
Metral quiere
hacernos pensar, y busca que seamos cómplices de eso. Por ejemplo, dispara
reflexiones a través de paradojas o propone situaciones que, aunque están
enmarcadas en un mundo de fábula y post-apocalíptico, resultan ser una crítica
o una alusión a una particularidad de nuestro mundo. También, juega con las
palabras y hace hablar a sus personajes en verso. Entonces, crea los códigos de
su propio universo, y eso es algo interesante, aunque el espectador deberá
completar la información que se provee con su imaginación.
En las letras de
canciones, mantiene el espíritu alocado. Gracias a la conjunción entre la letra
y la música con fines humorísticos, logra una consumar gran escena, donde el
personaje de Leandro Bassano se une a la caravana, y debe conseguir un
pasaporte, un préstamo y una vocación.
Las melodías están
en sintonía con la obra, en vez de buscar el lucimiento vocal a cualquier
precio. En ese sentido, Metral comprende cómo crear una obra artística
completa, con coherencia entre sus partes.
Es por esto que
los intérpretes no tienen muchos momentos para destacarse por su pericia vocal,
pero no resulta necesario. Lo importante es contar la historia. No obstante,
aunque está fuera del contexto del relato, el solo de Leandro Bassano, “Cuatro
paredes”, es uno de los mejores momentos de la obra. La letra reflexiona sobre
la magia del teatro y su experiencia lúdica; sobre cómo esas cuatro paredes son
en realidad tres.
Por otro lado, la
canción “Caravana” resulta sumamente efectiva y pegadiza.
Me gustó que
hubiera un tecladista en vivo.
Como la función se
realiza sin micrófonos, a veces los intérpretes pierden la posibilidad de que
los escuchemos cantar o hablar en un tono más bajo, para darle matices a su
interpretación. No es que no lo hagan, pero puede que esos instantes no sean
perfectamente audibles. Por suerte, esto no pasa durante toda la obra, y el texto
se puede seguir sin problemas, gracias al esfuerzo de los actores (sobre todo,
como ya he explicado, por parte de Renzo Morelli). Además, la sala es chica
como para requerir micrófonos.
Eso sí, yo estuve
de pie al fondo toda la función (el 30/9). Parece que las entradas se habían
sobrevendido. Aclaro que todos los presentes pagamos nuestras entradas. Calculo
que este error no se habrá repetido. De todas formas, a mí no me molestó, pero
entiendo que alguien se pueda quejar. Pude estar al lado de Metral (también de
pie) y ver sus reacciones, y se lo notaba muy comprometido con la obra,
disfrutándola.
Lucila Rojo se
encargó de la escenografía y el vestuario, que se caracterizan por la extrema
simpleza. Esto se debe a que, para esta corta temporada de la obra en El Ópalo,
se decidió hacer una versión más intimista, sin gastos que encarezcan
innecesariamente la producción, con un solo músico y con escaso maquillaje. Por
eso, se agregó la frase “el origen” al título, puesto que se recrea el clima de
los ensayos. Es una decisión interesante, que refuerza que la importancia del
texto y las canciones por sobre la puesta. Aunque los actores pasan un tiempo
considerable sentados, se las arreglan para desplazarse en el pequeño espacio
disponible, gracias a la dirección de Lautaro Metral. El recurso de la
lamparita de luz estuvo bien planteado.
Hay que decir que,
por ahora, no hay más funciones de El
hijo del fin del mundo… el origen. Sin embargo, es muy probable que, dada
su repercusión, vuelva por una nueva temporada. En la función a la que asistí,
hubo gente que quedó fuera de la sala, por lo que Renzo Morelli bromeó, al
final, “Les pedimos que no recomienden la obra”.
También debo remarcar que Marta Mediavilla ganó el
Premio Hugo a la mejor actriz de un espectáculo off por esta obra. Dato
cholulo: su madre, Patricia Sosa, me cargó por haber llevado un sweater, con el
calor que hacía, y se rió porque ella había hecho lo mismo.
Quería cerrar haciendo
alusión a un excelente cuento de Cortázar llamado “La autopista del sur”. No es
parecido a El hijo del fin del mundo,
porque Cortázar introduce lo fantástico en un contexto realista, y la trama es
distinta. No obstante, hay algo del sentimiento del personaje del actor (que
interpreta Bassano) durante el final de la obra que me remitió a cómo se siente
el protagonista del cuento en el desenlace. Si tienen tiempo, les recomiendo
que lo lean, porque es increíble. Lo pueden encontrar completo acá:
En resumen: Un texto delirante
de Lautaro Metral, que transcurre en un universo de fábula, propone una
experiencia lúdica e invita a la reflexión. La puesta es despojada, y la acción
dramática es llevada adelante por cuatro intérpretes, acompañados por un
tecladista para las canciones. Una de las propuestas off más interesantes del
año.
Más información:
Dirección: Lautaro
Metral.
Teatro: El Ópalo
(Junín 380) – elopaloteatro@gmail.com.
Duración: 1 hora.
Precio de las
entradas: $60.
Producción: Pim
Pum Pam Têatre.
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