Categoría: CONCIERTO
Crítica de Despertar
de primavera en concierto,
a
beneficio de la Fundación Sí
y El Leoncito Dan
Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Nacional).
Nivel: 8 /8
(Faltan 2 conciertos para completar el grupo)
(Faltan 2 conciertos para completar el grupo)
“De última, lo hacemos con seis sillas y tres
micrófonos”, fue lo que el elenco le dijo en un principio al director Ariel del
Mastro. Por supuesto, esta frase nos habla de las ganas de todos por revivir el
material y contribuir con dos grandes fundaciones, pero por ahora quiero
centrarme en otra cosa: las sillas. Si bien del Mastro no necesitó nada más para
estructurar este concierto, su planteo no estuvo exento de significado.
En los primeros años de nuestra vida, es más distante
nuestro contacto con las sillas. Preferimos el piso; vamos de un lado a otro.
En el jardín de infantes, nos sentamos en ronda. Después, la sociedad nos va
imponiendo la noción de silla. Nos la pasamos en una silla toda la primaria y
la secundaria, en casa nos sentamos a estudiar en una silla, en la facultad
permanecemos sentados, y en el trabajo adoptamos la misma posición. Cuando nos
movemos en vehículos, también tienen asientos (salvo que el colectivo esté muy
lleno aunque, en este caso, mucha gente improvisa y se reclina contra lo que
encuentra). En el teatro, nos sentamos en butacas.
Es indiscutible. Estamos pegados al concepto de
silla. Se convierte, naturalmente, en una extensión de nuestro cuerpo que nos
sostiene y fija en un lugar. Mientras escribo esto, estoy sentado en una silla
con cuatro patas, como la mayoría de las sillas. No obstante, se podría
sostener perfectamente con tres patas, así que quien diseñó la silla quiso que
nos sintiéramos muy seguros en ella, más anclados (por supuesto, podría haber
tenido 5, 6, 7 u 8 patas o más, pero son 4: una extra).
Dejando la filosofía sillística (?), ¿qué hacen los personajes de Despertar de primavera con las sillas? Las patean, las tiran, las
rotan, las golpean, saltan sobre ellas… y parece ser una terapia bastante
efectiva. Básicamente, no se quedan atados a la silla que les asignan (ni
siquiera asumen una silla personal). Tratan de “desensillarse”, de rebelarse
contra el sistema, de buscar sus propios caminos a partir del ensayo/error. Eso
sí, la silla tiene un imán muy poderoso, y los seres humanos nos cansamos
después de estar mucho tiempo parados. Por eso, los asientos pueden atraer a
los personajes de golpe, y devolverlos a la realidad (al colegio, por ejemplo).
Tal vez la cosa sea así: la sociedad te da sillas y nunca vas a poder negarte
completamente a ellas, pero, si te animás, podés instalarle rueditas a una, o
hacer que otra sea plegable, o simplemente ponerle un almohadón cómodo a la que
prefieras. No hay que perder el compromiso con cada silla importante porque por
ellas pasa nuestra vida y nuestra posibilidad de ser felices, pero podemos
elegir en qué silla sentarnos y qué actitud tomar con respecto a ella, según
nuestra personalidad.
El tema es que las sillas de la sociedad que muestra Despertar de primavera bien podrían
haber sido de hierro. En la obra original, se muestra una cultura alemana
absolutamente rígida, anterior a la Primera
Guerra Mundial (también retratada en la película La cinta blanca, de Haneke). Nótese que
todos los personajes adultos (que no estuvieron presentes en la versión en
concierto) son interpretados por los mismos dos actores y prácticamente con el
mismo vestuario. Los adultos de la obra son todos iguales, y si bien siguen las
mismas pautas no saben cómo manejar los problemas que se les presentan a sus
hijos adolescentes.
Puntualmente, estamos hablando del despertar sexual
al que alude el título. Aunque no me quiero detener demasiado en el análisis,
la canción “Tócame” está fantásticamente construida por tratar un tema como la
masturbación con tanta sutileza y lirismo. Reparen en los –perdón por el
término– ‘orgasmos melódicos’ que propone la partitura (al escucharla por
primera vez, pueden parecer caprichosos o decorativos esos ohhh y ahhh que cantan
los personajes). Leandro Bassano logró perfeccionar su registro para arrancar
una canción difícil desde lo actoral, y Julián Rubino se llevó una merecida
ovación por una interpretación sentida, emocionante, y técnicamente correcta.
De todas formas, el vestuario de Alejandra Robotti es
contemporáneo (y rockero), y esto me permitió reflexionar sobre algo que
después, Manuel Lozano, de la Fundación Sí ,
puso en palabras. Lo resumo: él decía que la obra habla de una generación
golpeada, y que esta realidad no es ajena a nuestro país. Hay chicos que
consumen drogas, homosexuales que son rechazados de sus hogares, chicas
abusadas y golpeadas… ¿De dónde viene el problema? Yo pienso que es
estructural, y que hace falta un cambio de mentalidad GIGANTE para revertirlo,
aunque no por esto desmerezco los pequeños gestos individuales. Todo lo
contrario: es la voluntad de cada uno la que nos puede llevar a erradicar la
indiferencia por el otro. En definitiva, es la comunicación la que nos puede
salvar, pero ¿cómo lograrla cuando gran parte de la sociedad está tan cerrada
en sí misma? Viéndolo desde otro foco, ¿cómo saber en quién confiar cuando
sabemos hay, en todos los estratos sociales, conductas salvajes e
inexplicables? La misma incomunicación de la que habla Despertar de primavera nos sigue afectando.
Cuando volvía de El Nacional, la vi a Genoveva, que
estaba leyendo el diario en un local de comida rápida. Genoveva es una mujer
que vende poemas escritos por ella en la puerta de la parroquia San Nicolás de
Bari. Una vez, pasaba por ahí y le compré un poema, y me pidió que lo recitara
en voz alta. Quiso saber qué formación tenía yo, y le dije que era comunicador
social. Inmediatamente, levantó el billete que le había dado y, mostrándomelo,
me dijo “Te digo algo: esto es comunicación”. Al verla nuevamente, relacioné aquello
con el concierto: este había sido un gran acto de comunicación por parte del
público. Las donaciones, que gracias al trabajo de la Fundación Sí y El Leoncito Dan
llegarán a buen destino, nos hablan de cómo, cuando queremos, podemos organizarnos
para hacer algo bueno. Por cierto, desde la iglesia que se muestra en Despertar de primavera al Papa que nos
pide que hagamos lío hay un gran trecho.
Retomando la dirección de Ariel del Mastro y su
inteligente disposición de las sillas, quiero resaltar la escena de “Lo que
quedó atrás”. Por favor, salteá este párrafo si no viste la obra. Mientras
pensaba en el tema de las sillas que expliqué arriba, también pensé en las implicancias
de una silla vacía, y finalmente apareció en el montaje. Esta canción siempre
me tocó de una forma especial porque yo también experimenté, cuando estaba en
el colegio, lo que es perder a un compañero por un suicidio. Viví un funeral
como el que se muestra en la obra, y pude abrazar a un padre desconsolado. Pero
nunca me voy a olvidar lo que fue ver esa silla vacía en la clase.
No obstante, me sorprende la carga de angustia que
tiene la increíble canción “Jodido estás”, a pesar de ser la más enérgica. El
punto está en que la fuerza surge muy ligada a la tristeza y la desesperación:
cuando uno ya no sabe qué hacer y piensa que es imposible caer más bajo, no le
importa lo que lo rodea y tiene que canalizar sus sentimientos. La coreografía
de Federico Salles y Pedro Frías respeta el característico “salto reprimido”
que yo ya había marcado en una crítica de otra versión y los movimientos
involuntarios. Trabaja constantemente con la lucha del cuerpo con los impulsos
internos.
Los protagonistas, pese a la falta de texto, pudieron
exteriorizar las transformaciones drásticas que deben enfrentar, y esto
demuestra el poder que tienen las canciones en Despertar de primavera. En general, no hacen avanzar la historia,
sino que son la única forma que tienen los personajes de expresar sus
sentimientos más profundos y personales (por eso, en la puesta original, surgió
la idea de que las canten con micrófono de mano, para individualizar cada intervención).
Melchior pasa de cantar “Lo que sé”, en una posición más pedante, a “El saber
de los que te han dejado”. Eliseo Barrionuevo (a quien ya había visto como
cover en 2010) supo conmover a partir de ese cambio y aprendizaje. Florencia
Otero (Wendla) también dio cuenta de una exploración de su personaje, que pasa
de reprochar el silencio de su madre a verse condenada por el “Susurrar”,
aunque, a diferencia de Melchior, mantiene cierta inocencia hasta el final.
Federico Salles (Moritz) es desborde puro, y requiere un gran esfuerzo manejar
correctamente esa energía.
La banda fue un soporte importante y tuvo la potencia
necesaria gracias al sonido de Mariano Luna.
El sobresaliente elenco estuvo dirigido vocalmente
por Mariana Jacazzio, una de las mejores voces del musical (quien brindó un
estremecedor momento con Belén Pasqualini en “La oscura verdad”). No soy el
único que piensa que la versión argentina superó a la de Broadway (y esto
sucede pocas veces). Pese a que el éxito no acompañó ni al montaje local ni al
estadounidense (contrariamente a lo que se cree), la obra y la puesta de Buenos
Aires fueron un enorme acierto artístico, y esto sólo se puede decir de
contadas producciones en los últimos años.
En consonancia con la canción final, esperemos que el
material pueda seguir viendo el verano.
Notas:
1) Por cierto, me sorprendió el fanatismo con el que me
encontré en el público. En la primera fila, había un grupo de chicos con
remeras de Despertar… que habían
recorrido una distancia considerable para estar ahí, y una de las mujeres dijo
“Soy la chica más feliz del mundo; más cosas lindas no me pueden pasar”. A uno
le gustaría que hubiera más gente amante del talento en vez de seguidores de
Justin Bieber y tantos otros productos vacíos. Y sí, cuando estoy esperando a
que empiece una obra registro frases interesantes/divertidas/ocurrentes que
dicen los espectadores. Atrás de mí había una señora que creía que iba a ver
una obra que se llamaba “En concierto”. Le decía a unas chicas preadolescentes
que había llevado: “Súbanlo a Facebook y hablen bien de esto, que es algo
único. Después, lean lo del Leoncito Dan”. Muy aplicada.
Dirección: Ariel del Mastro
Asistente de dirección: Pablo Drutman / Stage manager:
Micaela Monti
Producción: Vero Larrea, Luciana López y Diana Frydman
Teatro: El Nacional (Av. Corrientes 968)
Duración: 1 hora y 20 minutos
Función: martes 10 de junio
Elenco: Eliseo Barrionuevo, Leandro Bassano, Cristian
Centurión, Stella Maris Faggiano, Pedro Frías, Mariana Jacazzio, Julieta Nair
Calvo, Florencia Otero, Belén Pasqualini, Micaela Pierani Méndez, Julián
Rubino, Federico Salles y Ayelén Varela
Músicos: Guido Cefaly (guitarra), Daniel Vallejo
(teclados), Martín Nastri (bajo) y Fernando Vallés (batería)
Traducción de las canciones: Cris Morena
Fotos usadas en la nota: Florencia y Verónica Nijensohn
y Fuentes2Fernandez
Prensa y comunicación: Sandra Beerbrayer
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