Categoría: OBRA MUSICAL
Crítica de Juegos de fábrica
Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Método Kairós).
Nivel: 6.5 /8
(Faltan 2
obras para completar el grupo)
El punto fuerte de la obra: la dirección actoral y puesta en escena
de Nicolás Manasseri.
Manasseri supo usar todo el espacio
escénico para montar la obra y es interesante ver cómo dispuso las entradas y
salidas de cada personaje. Por ejemplo, cuando Uno (el líder) no está, hay
cierto suspenso, porque uno no sabe qué podrá suceder si irrumpe y se encuentra
con tal o cual situación. Otros factores apuntalan esa sensación inquietante:
se escuchan las voces de los personajes que se van acercando y hay otros que
sólo contemplan la escena y cuyo silencio intriga. Todo esto nos habla de que,
pese a que la fábrica tenga sus recovecos, nada ni nadie puede escapar de ella.
Pero es a través de las interacciones
del comprometido y enérgico elenco que Manasseri logra alcanzar una atmósfera
sombría, por momentos, e intensa, por otros.
Veamos algo sobre el libro (también de
Manasseri) para poder avanzar sobre ese punto. Si el mes pasado, en la crítica
de L-14, te contaba que el panadero
de la esquina de tu casa tenía poder y que las madres ejercían poder sobre sus
hijos, esta vez nos toca reflexionar sobre el poder dentro del mundo
infanto-juvenil. Un tema muy valiente, hay que reconocer. Muchas veces la
sociedad idealiza esa etapa de la vida, ignorando lo compleja que es por estar
sujeta a un alto grado de vulnerabilidad. Por supuesto, es también un período
de grandes cambios. Y, por más que a varios padres les pese, los chicos y
preadolescentes no están exentos de perversión. En la obra, todo esto se nos
muestra a través de situaciones que no conviene adelantar, pero que ponen a
prueba la ductilidad del elenco, que debe ir de un lado a otro, en medio de un
juego frenético que roza los límites entre lo lúdico y lo retorcido y cruel.
Pero, ¿de dónde vienen estos impulsos violentos?
¿Cuál es la fuente de oscuridad? Les aseguro que no es la fábrica, sino lo que
nunca se ve pero que está sobrevolando cada una de las conductas de los
personajes: sus padres. Indudablemente, y hablando ahora de la vida real, lo
que sucede en la casa afecta el comportamiento de los chicos y preadolescentes
(“Si vos tuvieras otros papás, nos serías vos”, diría uno de los personajes).
Tuve la oportunidad de coordinar talleres con niños, de los cuales muchos
vivían en realidades complicadas, con enorme necesidad de afecto. El contexto
donde se manejaban día a día afectaba su comportamiento, y por momentos había
un fuerte clima de violencia. Me acuerdo que incluso, una vez, tuve que
negociar con una especie de mafia infantil que le había desinflado la rueda de
la bicicleta a un chico.
Pero no quiero desviarme demasiado, así
que volvamos al planteo de la obra. Esa gelidez que rodea a los personajes es,
evidentemente, fruto de la apropiación de las reglas del sistema de los
adultos. Es más, podríamos decir que es una mecanización, unida al concepto de
fábrica. Los chicos se vuelven instrumentales y se establecen reglas ridículas
(como el pago del alquiler) y jerarquías. Convengamos que en nuestra vida cotidiana
siempre hay un niño que toma el control del juego y trata de dirigir a los
demás, pero en Juegos de fábrica esto
se lleva al extremo del autoritarismo y la discriminación. Por esto, nos
recuerda a la novela británica El Señor
de las Moscas, de William Golding.
El elenco de la obra transita permanente
tensión. Cada cual desprecia el sistema y el despotismo de Uno, pero tiene el
sueño secreto de dominar a los demás y, además, se ha vuelto adicto al juego y
no sabe qué otra cosa podría hacer aparte de estar en esa fábrica. La imagen de
estar sin los padres y con un grupo de semejantes siempre atrae a los chicos
por la libertad de acción y de exploración de varias aspectos que implica, y
esto se refleja en Juegos de fábrica.
El nivel de los actores es parejo y se
nota el trabajo en equipo, pero quiero destacar a Martina Zapico (Segundo) por
su interesante composición y a Fernanda Provenzano por su forma de moverse en
el escenario y su buena dicción.
Claro, la obra transcurre en el siglo
XX, pero ¿qué sucede hoy en día? Muchos chicos abandonaron el juego cara y se
meten a diario en el universo virtual. Incluso, pueden estar en la misma
habitación, pero cada uno metido en su soporte tecnológico. ¿Y las ansias de
liderazgo, competencia, poder y trasgresión de los límites? Se mantienen. Por
eso es que escuchamos tantos casos de cyberbullying
o sexting, donde el control de los
padres está ausente, al igual que en la obra. Aclaremos que muchos de esos
padres también quieren adquirir una posición dominante en las redes sociales, y
están pendientes de cada “Me gusta”.
La música de Iván Mazzieri (letra y
música) e Ignacio Arigos (música) trata de contarnos eso que están pensando o
sintiendo los personajes, pero que no pueden expresar en voz alta. Por eso,
irrumpe en forma de rock, como si, por lo menos dentro de su mente, quisieran
decir fuerte y claro lo que les pasa, sin límites y sin miedos. Esto se condice
con la potencia de la banda en vivo y de las voces. La inserción de estos
momentos musicales, que emulan a recitales de rock, está subrayada por el
frenético cambio de luces (diseñado por Christian Graciano). Los personajes
miran a los espectadores, haciéndolos partícipes, y también bailan desatados.
La coreografía de Fernanda Provenzano marca algunos movimientos mecánicos
(unidos a la fábrica) y los alterna con otros de descontrol. También hay
violencia en las coreografías, como si los chicos no pudieran despegarse de esa
forma de relacionarse o no pudieran canalizar sus problemas de otra forma.
Agarran elementos de la fábrica como si fueran micrófonos de mano (al mejor
estilo Despertar de primavera).
La dirección de arte de Lu Rojo y
Fernanda Provenzano propone un espacio con elementos amontonados, que permiten
recomponer tanto el concepto de fábrica abandonada como el de juego (los chicos
le atribuyen a los elementos un uso distinto a partir de la imaginación). El
vestuario de Provenzano, poco colorido, acompaña los rostros demacrados de los
personajes (a partir del maquillaje).
Me gustaría cerrar con el principio de
una canción del musical Into de Woods,
con letra y música del gran Stephen Sondheim, que tendrá pronto una adaptación
cinematográfica (la experiencia nos muestra que las películas no suelen estar a
la altura de los musicales originales, pero veremos qué pasa con esta y con Jersey Boys). La canción es “Children
will listen”, e incluyo una traducción debajo, en la que no respeté ni la
métrica ni la rima porque quiero ser fiel a lo que dice el contenido:
How do you say to your child in the
night?
Nothing's all black, but then
nothing's all white
How do you say it will all be all
right
When you know that it might not be
true?
What do you do?
Careful the things you say
Children will listen
Careful the things you do
Children will see and learn
Children may not obey, but children
will listen
Children will look to you for which
way to turn
To learn what to be
Careful before you say "Listen
to me"
¿Qué le decís a un chico a la noche?
Nada es sólo negro, pero nada es
sólo blanco
¿Cómo decir que todo va a estar bien
cuando sabés que puede no ser verdad?
¿Qué podés hacer?
Cuidado con las cosas que decís
Los chicos escuchan
Cuidado con las cosas que hacés
Los chicos van a ver y aprender
Los chicos podrán no obedecer, pero
los chicos sí escuchan
Los chicos te mirarán a vos para ver
hacia dónde orientarse,
Para aprender cómo deben ser
Cuidado antes de decir “Escuchame”
Más información:
Dirección general: Nicolás Manasseri
Dirección musical: Iván Mazzieri
Elenco: Renzo Morelli (Uno), Fernanda Provenzano
(André), Nacho Medina (Fausto), Belén Ucar (Raúl), Martina Zapico (Segundo), Lu
Fernández Méndez (Ana) y Maru Villamonte (Juana)
Músicos: Iván Mazzieri (bajo), Ignacio Arigos
(guitarra) y Alejandro Roig (batería)
Asistente de
escenografía y vestuario: Agustina Bonessi
Asistente
general: Santiago Muños
Producción
ejecutiva y producción general: Iván Mazzieri y Nicolás Mansseri
Teatro: El Método Kairós (El Salvador 4530, Palermo)
Duración: 1 hora y 25 minutos
Precio de las entradas: $90
Funciones: jueves a las 21 hs.
Fotos: https://www.facebook.com/pages/Juegos-De-Fábrica
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