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domingo, 21 de julio de 2013

Crítica de "Camila, nuestra historia de amor", de Fabián Nuñez

Crítica de Camila, nuestra historia de amor

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2013 (Teatro Lola Membrives).

Calificación: 7.5/10



¿De qué se trata?: La eterna historia de Camila O’Gorman y el sacerdote Uladislao Gutiérrez, enamorados durante la opresiva dictadura de Rosas en nuestro país, y sus esfuerzos para concretar su amor.

El punto fuerte de la obra: la música de Fabián Nuñez; toda una revelación.
Nuñez escribió, además, el libro, y está a cargo de la dirección, y es admirable encontrarse con un creador tan apasionado por su obra, que pudo lograr su sueño de estrenarla en un teatro tan importante e imponente como el Lola Membrives, con producción de Sabrina Romay. Hacía cinco años (según relató Pablo Gorlero en http://www.lanacion.com.ar/1538250-bambalinas) que tenía el libreto y un CD con demos de las canciones circulando. Dicho se el paso, en este link pueden escuchar la gran versión de “Amar sin limitar” que grabó Elena Roger: http://www.youtube.com/watch?v=n8WdN523P1Q.
Mucha gente se confundió esta obra con la versión de la misma historia de amor que se presentó en el Centro Cultural Borges en el 2004 (http://www.lanacion.com.ar/616843-vuelve-camila-en-version-musical), por eso hay que aclarar que esta es distinta.
Volviendo a las melodías de Fabián Nuñez, muchas son realmente bellas y teatrales (supo integrarlas muy bien a la historia y a los sentimientos de los personajes). Varios críticos señalaron el enfoque ingenuo de la propuesta, y estoy de acuerdo en que no es precisamente una versión oscura del relato, si bien obviamente adquiere los necesarios matices trágicos (desde la dirección, es acertado el cambio de tono durante la segunda mitad de la obra). No obstante, me parece bien que se quiera probar algo distinto, y las canciones encajan dentro del romance idealizado que, en medio de la opresión que sufren sus jóvenes protagonistas, se vuelve a veces naïve (pocas veces aflora la pasión desenfrenada). Me gustó que se haya adquirido esa mirada, y que las notas del pentagrama sean fieles a ella. Nuñez le otorga, además, por lo menos un solo a cada personaje (menos al Padre Ganon), y eso les da posibilidades de lucimiento a los miembros del elenco, y además le permite adentrarse en la mente de los distintos seres y, en ciertos casos, explorar diversos tonos dentro de su música (no radicalmente diferentes, de todos modos).
Por cierto, la música instrumental está pregrabada, pero se nota la magistral dirección de Gerardo Gardelín. El diseño de sonido de Gastón Briski permite escuchar correctamente lo que cantan los personajes.
Algunas de las letras de las canciones presentan figuras imaginativas, y permiten que los personajes se expresen con solvencia.
El texto está bien pensado desde el timing y el foco a distintos lugares donde se desarrolla la acción. Para este último punto, el director tiene como ayuda una fantástica escenografía (también de Fabián Nuñez, con Lili Diez), con estructuras giratorias, para representar la iglesia y la casa de Camila desde distintos ángulos. Sobre el final, resulta oportuno el recurso de las estrellas y las celdas.
Un detalle histórico insignificante para el resultado artístico de la obra: en la época de Rosas, no se podía tener una puerta verde (como la que se muestra en la casa de Camila) o azul sin sufrir el hostigamiento de la mazorca (el brazo armado del dictador). Por eso, resultaría impropio que un hombre respetado como Adolfo O’Gorman dejase ese detalle al azar (el interior de su morada sí es de un tono rojizo, como era reglamentado).
La iluminación de Ariel Ponce es esencial para indicar dónde debe poner la atención el espectador y, ocasionalmente, sugerir climas narrativos y marcas temporales.
Con respecto a los datos históricos, me gustó que se reflejaran aspectos de la etapa rosista: la estrecha relación entre la iglesia y el régimen (las frase “Si hay entre nosotros algún inmundo, salvaje, asqueroso unitario, que reviente”, que pronuncia durante la misa el Padre Ganon, eran dicha por el Cura Gaeta antes de proclamar el Evangelio), la condición de Rosas como autoridad moral, la tensión con los unitarios, la rigidez de las familias, la obligatoriedad de mostrar la conformidad al régimen, el uso de la divisa punzó, el clima de terror y violencia  y la posición de Manuelita Rosas como intercesora entre los desafortunados y su padre.



En cuanto al elenco, gran parte del peso recae en Natalie Pérez (Camila O’Gorman), que tiene la responsabilidad de ser el alma de la obra en muchas escenas. Lo logra, interpretando a su personaje con mucha naturalidad, frescura y carisma, pero siempre dentro del marco ingenuo que planteó el autor. En algunos tramos, su Camila adquiere valiosos matices, y uno le cree que sufre por amor. Evolucionó como cantante desde su última aparición teatral (en El diluvio que viene), y tiene momentos donde sorprende.
Con respecto a Peter Lanzani (Uladislao Gutiérrez), se nota que no tiene experiencia en comedia musical, pero le pone entusiasmo a su labor. No obstante, se puede distinguir que tuvo cierta preparación en canto (la coach vocal de la obra es Laura Silva), por lo menos para afirmarse en los finales largos y que suenen bien en notas más arriesgadas sin llegar a lo que en Broadway llaman belting. Buen trabajo en ese aspecto. No está tan confiado en todas las melodías, y su nivel va oscilando, sin llegar a un punto alto, pero es bueno que se arriesgue a probar cosas nuevas, y que pueda ir perfeccionándose en el futuro. De todas formas, sus canciones no son tan demandantes. Se lo observa bastante tenso cuando canta (probablemente porque se esfuerza por hacerlo correctamente), a tal punto que ejecuta algunos movimientos casi robóticos pero, repito, su esfuerzo vale la pena (eso no quita el hecho de que el canto no es su fuetre, al menos en vivo). En lo actoral, tiene química con Natalie Pérez y compone a Uladislao con una postura muy adecuada. Encaró aceptablemente la personalidad tímida y contenida del principio de la historia, las dudas y el miedo de la mitad, y la liberación, el amor y la tristeza durante el final.
Los personajes secundarios acompañan perfectamente a los protagonistas.
La Ana Perichon de Julia Zenko es magnífica. Sus canciones son probablemente los mejores momentos musicales. Sabe darle relieve a su sufrida criatura durante el canto y la actuación, y hace verosímil su relación afectiva con Camila. Por supuesto, es en ella donde más se destaca el logrado maquillaje de Juan Gasparini.
Magalí Sánchez Alleno reafirma que es una artista integral impresionante (y que puede serlo en distintos terrenos). A pesar de que sus intervenciones son pocas, su Manuelita está llena sentimiento, y su solo (“Mis ojos ciegos”) es un gran momento, con compromiso actoral. Indudablemente, sabe transmitir.


Miguel Habaud encarna correctamente la rigidez de Adolfo O’Gorman (en el canto y la actuación), y tiene una participación como el Virrey Liniers.
Santiago Ramundo como Eduardo O’Gorman crea relaciones creíbles con los miembros de su familia y de la iglesia. Su personaje no tiene posibilidades para mostrar mucha destreza vocal, pero sale airoso.
Sergio di Croce (Ricardo) canta muy bien (aunque sea sólo en una breve escena). Asume la responsabilidad de luego componer a un personaje distinto: Antonio Reyes.
Déborah Dixon escoge en un registro actoral muy acertado como Matilde (la “nana”) y tiene una muy buena voz. Tiene la posibilidad de desempeñarse en pasajes con humor y también mostrar su costado desconsolado y su cariño por Camila.
Nelson Rueda resulta ser un buen Padre Ganon.
No pude ver a Laura Silva en el personaje de Joaquina (la madre de Camila), pero sé que es una gran actriz y cantante. En su lugar, estuvo Déborah Turza (responsable de los covers de los cuatro personajes secundarios femeninos), otra actriz con trayectoria en musicales y muy versátil. Disfruté mucho su canción “¿Cómo llegamos aquí?”, y la transformación que sufre su personaje y vuelca en esa melodía.

El vestuario de Pablo Battaglia es excelente, así como el diseño de peinados de Ricardo Fasan.

El mayor logro de esta obra es generar interés por el desarrollo de una historia más que conocida.
  


En resumen: Fabián Nuñez se acercó a la historia de Camila desde una visión personal (por eso no hay que compararla con la versión fílmica de la historia) y compuso melodías muy interesantes. Natalie Pérez lleva el peso de gran parte de la obra, y los actores y actrices secundarias acompañan sin fisuras, y estas últimas se lucen enormemente durante sus solos. Se destacan la escenografía, el vestuario y el maquillaje. Un verdadero hallazgo.

Fotos: https://www.facebook.com/camilaelmusical

Más información:
Dirección: Fabián Nuñez.
Teatro: Lola Membrives (Av. Corrientes 1280).
Duración: 2 horas.
Funciones: hasta el domingo 28 de julio. Miércoles a viernes a las 21:00. Sábado a las 20:00 y a las 22:30. Domingo a las 20:30.
Entradas: $95, $180, $200 y $240.
Promociones: 2x1 con Club La Nación, a través de Ticketek, a partir de las entradas de $180. Descuento en localidades de platea en "Tickets Bs. As." (Cerrito y Diagonal Norte).


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