Crítica de Camila, nuestra
historia de amor
Buenos
Aires, Argentina.
Temporada
2013 (Teatro Lola Membrives).
Calificación: 7.5/10
¿De qué se trata?: La eterna historia de Camila
O’Gorman y el sacerdote Uladislao Gutiérrez, enamorados durante la opresiva dictadura
de Rosas en nuestro país, y sus esfuerzos para concretar su amor.
El punto fuerte de la obra: la música de Fabián Nuñez; toda una
revelación.
Nuñez escribió,
además, el libro, y está a cargo de la dirección, y es admirable encontrarse
con un creador tan apasionado por su obra, que pudo lograr su sueño de estrenarla
en un teatro tan importante e imponente como el Lola Membrives, con producción de Sabrina Romay. Hacía cinco
años (según relató Pablo Gorlero en http://www.lanacion.com.ar/1538250-bambalinas)
que tenía el libreto y un CD con demos de las canciones circulando. Dicho se el
paso, en este link pueden escuchar la gran versión de “Amar sin limitar” que
grabó Elena Roger: http://www.youtube.com/watch?v=n8WdN523P1Q.
Mucha gente se confundió esta obra con la versión de
la misma historia de amor que se presentó en el Centro Cultural Borges en el
2004 (http://www.lanacion.com.ar/616843-vuelve-camila-en-version-musical),
por eso hay que aclarar que esta es distinta.
Volviendo a las melodías de Fabián Nuñez, muchas son
realmente bellas y teatrales (supo integrarlas muy bien a la historia y a los
sentimientos de los personajes). Varios críticos señalaron el enfoque ingenuo
de la propuesta, y estoy de acuerdo en que no es precisamente una versión
oscura del relato, si bien obviamente adquiere los necesarios matices trágicos
(desde la dirección, es acertado el cambio de tono durante la segunda mitad de
la obra). No obstante, me parece bien que se quiera probar algo distinto, y las
canciones encajan dentro del romance idealizado que, en medio de la opresión
que sufren sus jóvenes protagonistas, se vuelve a veces naïve (pocas veces
aflora la pasión desenfrenada). Me gustó que se haya adquirido esa mirada, y
que las notas del pentagrama sean fieles a ella. Nuñez le otorga, además, por
lo menos un solo a cada personaje (menos al Padre Ganon), y eso les da
posibilidades de lucimiento a los miembros del elenco, y además le permite
adentrarse en la mente de los distintos seres y, en ciertos casos, explorar diversos
tonos dentro de su música (no radicalmente diferentes, de todos modos).
Por cierto, la
música instrumental está pregrabada, pero se nota la magistral dirección de
Gerardo Gardelín. El diseño de sonido de Gastón Briski permite escuchar
correctamente lo que cantan los personajes.
Algunas de las
letras de las canciones presentan figuras imaginativas, y permiten que los
personajes se expresen con solvencia.
El texto está bien
pensado desde el timing y el foco a distintos lugares donde se desarrolla la
acción. Para este último punto, el director tiene como ayuda una fantástica
escenografía (también de Fabián Nuñez, con Lili Diez), con estructuras
giratorias, para representar la iglesia y la casa de Camila desde distintos
ángulos. Sobre el final, resulta oportuno el recurso de las estrellas y las
celdas.
Un detalle
histórico insignificante para el resultado artístico de la obra: en la época de
Rosas, no se podía tener una puerta verde (como la que se muestra en la casa de
Camila) o azul sin sufrir el hostigamiento de la mazorca (el brazo armado del
dictador). Por eso, resultaría impropio que un hombre respetado como Adolfo
O’Gorman dejase ese detalle al azar (el interior de su morada sí es de un tono
rojizo, como era reglamentado).
La iluminación de
Ariel Ponce es esencial para indicar dónde debe poner la atención el espectador
y, ocasionalmente, sugerir climas narrativos y marcas temporales.
Con respecto a los
datos históricos, me gustó que se reflejaran aspectos de la etapa rosista: la
estrecha relación entre la iglesia y el régimen (las frase “Si hay entre
nosotros algún inmundo, salvaje, asqueroso unitario, que reviente”, que
pronuncia durante la misa el Padre Ganon, eran dicha por el Cura Gaeta antes de
proclamar el Evangelio), la condición de Rosas como autoridad moral, la tensión
con los unitarios, la rigidez de las familias, la obligatoriedad de mostrar la
conformidad al régimen, el uso de la divisa punzó, el clima de terror y
violencia y la posición de Manuelita
Rosas como intercesora entre los desafortunados y su padre.
En cuanto al
elenco, gran parte del peso recae en Natalie Pérez (Camila O’Gorman), que tiene
la responsabilidad de ser el alma de la obra en muchas escenas. Lo logra,
interpretando a su personaje con mucha naturalidad, frescura y carisma, pero
siempre dentro del marco ingenuo que planteó el autor. En algunos tramos, su
Camila adquiere valiosos matices, y uno le cree que sufre por amor. Evolucionó
como cantante desde su última aparición teatral (en El diluvio que viene), y tiene momentos donde sorprende.
Con respecto a
Peter Lanzani (Uladislao Gutiérrez), se nota que no tiene experiencia en
comedia musical, pero le pone entusiasmo a su labor. No obstante, se puede
distinguir que tuvo cierta preparación en canto (la coach vocal de la obra es
Laura Silva), por lo menos para afirmarse en los finales largos y que suenen
bien en notas más arriesgadas sin llegar a lo que en Broadway llaman belting. Buen trabajo en ese aspecto. No
está tan confiado en todas las melodías, y su nivel va oscilando, sin llegar a
un punto alto, pero es bueno que se arriesgue a probar cosas nuevas, y que
pueda ir perfeccionándose en el futuro. De todas formas, sus canciones no son
tan demandantes. Se lo observa bastante tenso cuando canta (probablemente
porque se esfuerza por hacerlo correctamente), a tal punto que ejecuta algunos
movimientos casi robóticos pero, repito, su esfuerzo vale la pena (eso no quita
el hecho de que el canto no es su fuetre, al menos en vivo). En lo actoral,
tiene química con Natalie Pérez y compone a Uladislao con una postura muy
adecuada. Encaró aceptablemente la personalidad tímida y contenida del
principio de la historia, las dudas y el miedo de la mitad, y la liberación, el
amor y la tristeza durante el final.
Los personajes
secundarios acompañan perfectamente a los protagonistas.
La Ana Perichon de
Julia Zenko es magnífica. Sus canciones son probablemente los mejores momentos
musicales. Sabe darle relieve a su sufrida criatura durante el canto y la
actuación, y hace verosímil su relación afectiva con Camila. Por supuesto, es
en ella donde más se destaca el logrado maquillaje de Juan Gasparini.
Magalí Sánchez Alleno
reafirma que es una artista integral impresionante (y que puede serlo en
distintos terrenos). A pesar de que sus intervenciones son pocas, su Manuelita
está llena sentimiento, y su solo (“Mis ojos ciegos”) es un gran momento, con
compromiso actoral. Indudablemente, sabe transmitir.
Miguel Habaud encarna
correctamente la rigidez de Adolfo O’Gorman (en el canto y la actuación), y
tiene una participación como el Virrey Liniers.
Santiago Ramundo como
Eduardo O’Gorman crea relaciones creíbles con los miembros de su familia y de
la iglesia. Su personaje no tiene posibilidades para mostrar mucha destreza
vocal, pero sale airoso.
Sergio di Croce (Ricardo)
canta muy bien (aunque sea sólo en una breve escena). Asume la responsabilidad
de luego componer a un personaje distinto: Antonio Reyes.
Déborah Dixon
escoge en un registro actoral muy acertado como Matilde (la “nana”) y tiene una
muy buena voz. Tiene la posibilidad de desempeñarse en pasajes con humor y
también mostrar su costado desconsolado y su cariño por Camila.
Nelson Rueda resulta
ser un buen Padre Ganon.
No pude ver a
Laura Silva en el personaje de Joaquina (la madre de Camila), pero sé que es
una gran actriz y cantante. En su lugar, estuvo Déborah Turza (responsable de los
covers de los cuatro personajes secundarios femeninos), otra actriz con
trayectoria en musicales y muy versátil. Disfruté mucho su canción “¿Cómo
llegamos aquí?”, y la transformación que sufre su personaje y vuelca en esa
melodía.
El vestuario de
Pablo Battaglia es excelente, así como el diseño de peinados de Ricardo Fasan.
El mayor logro de
esta obra es generar interés por el desarrollo de una historia más que
conocida.
En resumen: Fabián Nuñez se
acercó a la historia de Camila desde una visión personal (por eso no hay que
compararla con la versión fílmica de la historia) y compuso melodías muy
interesantes. Natalie Pérez lleva el peso de gran parte de la obra, y los
actores y actrices secundarias acompañan sin fisuras, y estas últimas se lucen
enormemente durante sus solos. Se destacan la escenografía, el vestuario y el
maquillaje. Un verdadero hallazgo.
Fotos: https://www.facebook.com/camilaelmusical
Más información:
Dirección: Fabián
Nuñez.
Teatro: Lola Membrives
(Av. Corrientes 1280).
Duración: 2 horas.
Funciones: hasta
el domingo 28 de julio. Miércoles a viernes a las 21:00. Sábado a las 20:00 y a
las 22:30. Domingo a las 20:30.
Entradas: $95,
$180, $200 y $240.
Promociones: 2x1
con Club La Nación, a través de Ticketek, a partir de las entradas de $180. Descuento
en localidades de platea en "Tickets Bs. As." (Cerrito y Diagonal
Norte).
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