Categoría: MUSIC HALL
Crítica de Signum
Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Nacional).
¿De qué se trata?: Un music hall donde se propone un viaje a través de cuadros en los que se despliegan múltiples disciplinas circenses.
El punto fuerte de la obra: el cuadro de “El Potro Ballet”, de Javier e Isaac Gardella.
El punto fuerte de la obra: el cuadro de “El Potro Ballet”, de Javier e Isaac Gardella.
La ovación del público en la función a la que asistí
prueba que este es tal vez el único momento donde el show pasa de asombrar a
conmover. Un malambo bailado con un talento sobrehumano y acompañado con
boleadoras. Imagínense el esfuerzo de sincronización que representa una rutina
de estas características si es difícil coordinar el ritmo de dos de los
antiguos tiki-taka. Son varios los bailarines
en escena repitiendo los mismos pasos con ritmo y pasión, y que el número sale
perfecto.
Vale decir que si hay algo que sobra en Signum es destreza, y eso le permite
jugar con la capacidad de sorpresa que manejan las compañías internacionales de
circo contemporáneo. Hoy en día, el foco del circo está puesto en las
acrobacias y la preparación física de los artistas. No tengo idea de cómo
reunieron al elenco de Signum, pero
la selección fue un hallazgo. Como ejemplo se puede citar a un malabarista
atípico (Jonatan “Espejo” Reynoso), que nos hace redescubrir esta disciplina y
hace quedar a un sinnúmero de payasos que animan cumpleaños infantiles como un
grupo de estafadores. Fuera de broma, sus malabares toman un vuelo artístico
inconmensurable cuando maneja las clavijas de tal forma que sus manos parecen
imantadas.
No vale la pena adelantar cada uno de los números en
detalle, pero quiero destacar originalidad del cuadro “Trompo Wall” y la
inclusión de la disciplina roue cyr,
que no se ha visto muchas veces en nuestro país. Hay acrobacia aérea para todos
los gustos (en telas, aros, cintas y cuerdas) y contorsiones, que tanto nos
fascinan porque nos permiten descubrir hasta dónde puede flexionarse el cuerpo.
En cuanto a Hernán Piquín, es interesante verlo en un
lugar distinto del que venía ocupando en sus últimos espectáculos, donde era la
figura principal. Si bien esto puede defraudar a sus seguidores, habla
bien de él que le deje lugar al resto
del elenco. Aquí, entonces, Piquín es uno más (con apariciones esporádicas) y
baila sin partenaire. Ni siquiera habla, pero es sólido en sus intervenciones.
Tiene una presencia especial dada por el manejo de su cuerpo con liviandad,
gracia y técnica (sobre todo para giros y saltos, en este caso). En Signum, alterna con la danza clásica un
poco de acrobacia aérea.
Gerardo Gardelín se encargó de la música original y
de la letra de las canciones. En un estilo pomposo alejado de lo que venía
trabajando en los últimos años, Gardelín logró que la música unificara el
estilo del espectáculo mucho más de lo que lo hace la historia. La partitura
recurre a subrayados para intensificar lo que sucede en escena, y hace un muy
buen uso de la percusión. Hay momentos instrumentales y canciones. Las letras
de estas últimas son convencionales (lidian con el tema de la liberación de los
sueños y los sentidos), aunque no se pueden captar en su totalidad porque están
siempre en un segundo plano. Esto se debe a que a Gardelín le atrajo el
concepto de ‘lenguaje universal’ reflejado a través de distintos idiomas,
dialectos y fonaciones varias. Por lo tanto, interesa más la idea de variedad
que lo que están realmente diciendo los personajes. Una particularidad es que
el inicio de la obra recuerda un poco a la famosísima puesta del musical El rey león que montó Julie Taymor,
tanto por la música africana como por los movimientos de los bailarines entre
la platea.
Las canciones líricas vibran en las cuerdas vocales
de Alexia Martinovich, Cristian Zabala y Patricio Witis, y cada uno tiene al
menos un gran solo (resalto el de Witis porque, si bien lo había escuchado
cantar antes, nunca había sido en esta faceta).
El hilo conductor que se usa como excusa para el
viaje que propone Signum empieza
bien, generando sorpresa entre los espectadores por estar bien planeada. Sin
embargo, se va desinflando hasta llegar a una conclusión absurda. Esto nos
asegura que el atractivo del show va por otro lado y que la anécdota sirve más
como un puntapié inicial que como un elemento para dar coherencia a la sucesión
de cuadros.
Por lo demás, la dirección experimentada de Sean
McKeown (un australiano que estuvo trabajando como director artístico del “Cirque
du Soleil”) estipula que nada esté fuera de lugar y la calidad artística sea
alta. Por supuesto, se apoyó en la coreografía de Andrea Candela, quien tuvo el
desafío de salir del esquema puramente clásico.
Signum está repleto de estímulos visuales. Sobresale el
elaborado vestuario de Marcelo Péndola. La escenografía de Lili Diez y Carlos
Junco es bastante simple, salvo durante el último número. Signum no necesita mucha parafernalia escenográfica para impactar,
sino que se vale del talento de sus 45 artistas. Eso sí, se hace un uso constante
de elementos multimediales: proyecciones que enmarcan el escenario y pantallas
que crean escenarios atemporales (relacionados, por ejemplo, con el cosmos). La
iluminación de Gustavo Perezlindo explora con dos tonos intercalados (con los
focos ubicados en la parte de atrás del escenario), balanceados con la luz que
dirige desde el exterior.
Más información:
Teatro: El Nacional (Av. Corrientes 960).
Dirección: Sean McKeown.
Dirección musical: Gerardo Gardelín.
Entrenador de trampolín: Alejandro “Toro” Cuenca.
Músicos: Gerardo Gardelín (piano), Jorge Caldelari
(violín), Urkell (guitarras), Gonzalo Fuertes (bajo eléctrico), Fernando Valles
(batería) y Ezequiel Finger (percusión).
Fotografías: Estudio Machado-Cicala.
Prensa y comunicación: Alejandro Veroutis. Asistente:
Alejandro Andolfi.
Duración: 1 hora y 35 minutos.
Funciones: miércoles a domingo a las 21 hs.
Entradas: desde $230 a $300.
https://www.facebook.com/SignumOk